Una vez finalizadas las recientes elecciones seccionales, los habitantes de los cantones peninsulares tienen reales expectativas de un verdadero cambio. Ya se cumplieron once años de una provincialización que no ha llenado las perspectivas de cambio estructural y aquello es una traba para el desarrollo de esta zona, rica en recursos y poco desarrollada, en beneficio de sus habitantes. Los peninsulares han dicho no a los cacicazgos y largo periodos de gobernabilidad de ciertos “líderes”.
Santa Elena es la capital de provincia. Da la impresión de que no lo es. Aún no despega. Su progreso es una quimera debido a la pésima administración de su anterior burgomaestre. No supo priorizar, pues dedicó sus esfuerzos y recursos municipales a construir canchas de césped sintético, parques e iglesias en zonas rurales con el fin de ganar adeptos y al final no le dio los resultados esperados y descuidó la verdadera necesidad en otros lugares.
Con los últimos resultados electorales, los santaelenenses tenemos muchas expectativas de cambio, al igual que los libertenses y salinenses. Es hora de que haya desarrollo y que el nuevo alcalde la convierta en verdadera capital de provincia. En Santa Elena es evidente el atraso. Parece un pueblo grande y aquello debe cambiar. Da la impresión de que el tiempo se ha detenido y eso ya no lo podemos soportar. Su historia lo exige.
Los servicios básicos son deficientes. En el casco central de la cabecera desde hace algunas décadas están enterradas tuberías de asbesto cemento para dotar de agua potable a la población. Dichas tuberías no son aptas y cancerígenas, dictaminadas por la Organización Mundial de la Salud desde hace mucho tiempo. Ya hay casos detectados por esta anomalía y ningún burgomaestre ha tomado la decisión de cambiarlas por tubería de PVC. De igual manera, la tubería de alcantarillado sanitario instalada hace mucho tiempo es inapropiada y a ciertas horas emana olores fétidos, en pleno centro de la referida capital de provincia. Insisto, hay una empresa pública municipal que supuestamente atiende los tres cantones peninsulares denominada Aguapen, dedicada a estos menesteres, que no sirve para nada porque está politizada. En este espacio he manifestado en reiteradas ocasiones su inoperancia, pero da la impresión de que la corrupción es poderosa. El tema de la supervivencia de esta empresa es otro tema de expectativa de la ciudadanía peninsular. Es hora de que los alcaldes recientemente elegidos tomen una decisión acertada al respecto. Los usuarios no debemos mantener a una empresa en tales circunstancias y esperamos un cambio radical.
Santa Elena merece mejor suerte por parte de sus administradores. La entrada principal es aterradora. Hay un letrero tercermundista que da la bienvenida a los visitantes. En las noches el ambiente es terrible. No hay el debido alumbrado público. Las calles y aceras de acceso son un remedo. Solares sin construir llenos de maleza dan un aspecto de abandono a plena entrada de Santa Elena. Aquello es inconcebible. Estas y otras obras deben ser corregidas por el flamante alcalde. Es imperativa una verdadera regeneración urbana a la entrada y en otros sitios. El cerro El Tablazo es otro lugar que merece el cuidado y esmero de las flamantes autoridades. Ballenita debe ser mejor atendida.
Mi pedido formal al nuevo alcalde es que transforme a Santa Elena en una verdadera capital de provincia. ¿Será mucho pedir? (O)