Nuestro invitado

El acuerdo al que finalmente accede el Ecuador con diversos organismos internacionales para recibir una fuerte inyección de liquidez ha levantado a todos de sus asientos para aplaudir el suceso; y no es para menos, es una gran oportunidad para que el Gobierno asuma las necesarias correcciones de forma y fondo que nos permitan enderezar los desajustes económicas, con menor sacrificio del pueblo y reducido costo social.

Desde entonces se escucha una danza de opiniones y pretensiones sobre lo que se debería hacer con dichos capitales: unos explicando la importancia de recuperar niveles en la reserva nacional, otros de alimentar los programas con incidencia social, también hay quienes manifiestan el beneficio de devolver parte de lo abusado al Seguro Social, mientras algunos defienden la inversión pública, y está esa gran mayoría que plantea la oportunidad para desmontar la carga impositiva que asfixia al aparato productivo nacional.

Todos tienen razón, y cada caso deberá ser atendido de acuerdo a un programa técnicamente elaborado, pero no puedo dejar de preguntarme: ¿Y el sector agropecuario? ¿Quién se atreve a levantar la voz por él? ¿Por qué las autoridades responsables no toman acción y pasan de una vez del verbo a la ejecución? Hemos escuchado y leído exaltadas peroratas sobre lo que se necesita para rehabilitar el sector, pero todo queda solo en discurso.

El presidente de la República sostiene con acierto que debemos priorizar la ayuda a los sectores más vulnerables, pero nadie le ha hecho ver que entre ellos están precisamente los productores para consumo interno, los pequeños productores, aquella masa humana compuesta en su inmensa mayoría por gente humilde, entre los que campea la pobreza y la injusticia, con enormes problemas por resolver y con escaso tiempo para hacerlo. Pronto se iniciará la siguiente parte del acuerdo comercial con la Unión Europea, y llegarán al país productos de una agricultura intensiva y de gran escala, con precios menores que los nacionales, pero a nadie le importa; tal parece que no se ha comprendido la debacle que significaría para nuestros campesinos la imposibilidad de vender sus productos por falta de competitividad. En Ecuador, más de cinco millones de personas que dependen de las actividades agropecuarias quedarían sin trabajo, desocupadas y desesperadas, en lo que sería la mayor crisis social que enfrentaría el país.

Pero ya hay una luz al final del túnel, porque el ministro de Agricultura ha reconocido que los costos son el mayor escollo para alcanzar competitividad, y que necesitamos organizar el mercado interno para luego acceder al mercado externo y exportar los excedentes agropecuarios, ¡y está en lo cierto!, pues no podremos exportar con precios mayores que los del mercado internacional; por eso tenemos que trabajar en la productividad y la revisión de las cargas impositivas, que son temas determinantes para reducir los costos de producción.

Señor ministro, no más dubitaciones, es urgente tomar acción efectiva para rehabilitar la actividad agropecuaria, especialmente la de los pequeños productores, aquellos que se afanan para proporcionarnos alimento diario y cuya fuente de trabajo está en grave riesgo, al parecer, ya en cuenta regresiva. (O)

* Ingeniero agrónomo.