Procuro evitar que mis artículos sean sobre los temas que se ponen de moda, como un tsunami de comentarios y reacciones en las redes y en los medios de comunicación, y que desaparecen tan rápido como vinieron. Creo que lo hago para obligarme a buscar temas de mayor trascendencia, que se queden con nosotros mucho más que unos días o unas semanas. Hoy me toca romper momentáneamente aquella consigna.

Estamos en el peor proceso electoral que me ha tocado vivir. Al decir esto no me refiero al proceso en sí, sino a la deficiencia de ofertas por parte de los candidatos; pero valga esta oportunidad para pensar sobre las reglas de juego que nos hemos impuesto para elegir autoridades. Quizás ellas sean responsables de las deficiencias que enfrentaremos en las urnas.

Nos convocan a elegir prefectos, alcaldes, concejales y miembros del Consejo de Participación Ciudadana. En el caso de Guayaquil y Quito, existen entre 17 y 18 candidatos a alcalde, respectivamente. En ambos casos, no creo que más de 3 candidatos obtengan más del 1% de los votos. Algo parecido ocurre con las prefecturas.

Respecto de los candidatos al Consejo de Participación Ciudadana, son una manada de desconocidos, bajo una estructura de campaña muy mal concebida, que les da pocos segundos para exponer sus propuestas de campaña; todas ellas proporcionales en incoherencia al poco tiempo que se les asigna para poder hablar ante los medios de comunicación.

Ante tantas babosadas e imposibles propuestos por los candidatos al CPCCS, existen ciudadanos inconformes que convocan a votar nulo. ¡Cuidado! Esa medicina puede ser peor que la enfermedad. Corremos el riesgo de así entregar el poder a quienes lo tuvieron hace pocos años y abusaron tanto de él.

Estas elecciones dan asco. En los procesos electorales de antaño, quienes se atrevían a lanzarse como candidatos eran personajes reconocidos en sus comunidades por su trayectoria, que solía estar definida por méritos y logros. El escenario actual es totalmente opuesto. Es como si se candidatizaran los que –sin tener trayectoria o méritos– buscan hacerse conocer por la comunidad, quedando fuera de esta afirmación cada vez menos honrosas excepciones.

Más que elecciones, esto parece un reality show que pagamos todos los ecuatorianos con nuestros impuestos.

Los culpables de este fiasco no son las autoridades electorales. En general, esto es culpa de toda la clase política, sin importar su afiliación. Seguimos aún bajo un régimen electoral que censura a través de regulaciones, so pretexto de darles “igualdad de oportunidades” a todos los candidatos. Dicho de otra forma, no se les ayuda a los que tienen menos recursos; se calla a quienes cuentan con la oportunidad de expresarse de manera completa, sin restricciones.

Debe pensarse en una reforma general a las leyes y códigos que regulan las elecciones en el Ecuador, para lograr unas elecciones sin censuras, con personajes que realmente estén en capacidad de asumir cargos públicos como una responsabilidad, y no como un privilegio. Debemos lograr que la ley especifique e interprete al voto nulo como un rechazo general a todos los candidatos, cuando estos no satisfagan las expectativas de los electores. (O)