Una vez más, la crítica situación del IESS, entidad propiedad de los trabajadores, se encuentra en discusión. Con una diferencia: en la coyuntura, se contradice el “excepcional” estado financiero y la “óptima” prestación de servicios a lo que, como resultado de su gestión, aludían los sucesivos representantes del Ejecutivo desde 2007.
Esta vez, el señor Paul Granda, representante del Presidente Moreno en el IESS, ha precisado las graves limitaciones de la seguridad social ecuatoriana y los riesgos de un colapso. El IESS es la principal entidad financiera y social del país y tiene mucho que ver con la macroeconomía y las finanzas públicas y privadas.
Mark Twain decía alguna vez que “hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”. A esas tres clases parece que se recurrió en las administraciones anteriores y recién ahora, después de mucho tiempo, estaría por definirse una solución emergente.
La primera falsedad estuvo siempre relacionada con la supuesta “capacidad técnica” que habrían tenido quienes estuvieron al frente de la entidad. ¿Cuál fue su conocimiento de todo lo que involucra el manejo adecuado de las políticas de seguridad social? En realidad, ninguno. En el cuerpo directivo del IESS estuvieron políticos, improvisados en lo técnico, que “rotaron” por diversas posiciones hasta llegar a la cúpula de la entidad. La pésima calidad de su gestión ha sido más que probada. ¿Opiniones en contra?
La segunda, el discurso que proyectó las ventajas que derivarían de la ampliación de las prestaciones hacia grupos sociales no cotizantes. Desafortunadamente, la solidaridad cuesta: nadie está en contra del incremento de la protección social hacia poblaciones vulnerables, pero no puede hacerse en ausencia de prelaciones bien determinadas ni para obviar las responsabilidades del estado en la salud pública.
Cada una tiene su ámbito y responsabilidad propios. En el caso del IESS, esa y otras decisiones afectaron su viabilidad financiera y las prestaciones de salud, pensiones y demás. Súmese a esto el impacto negativo del exceso de personal (la planta bordearía los 38000 empleados, más un sinfín de “asesores” IESS-BIESS, poco calificados, que “insumen” excesivos recursos y ventajas).
En fin, la tercera falsedad: las estadísticas. Precisemos que la estadística, cuando la investigación es bien diseñada y transparente, es creíble. Apoya la toma de decisiones. Permite el monitoreo de realizaciones y la introducción de correctivos.
Aquí, pues, otro “problema”. Más allá de recordar que los cálculos actuariales del IESS fueron declarados “reservados” -se entiende ahora por qué-, hay que hacer varias precisiones y al mismo tiempo requerir información sobre las bases y supuestos de las nuevas proyecciones. Los supuestos, decía Joan Robinson, deben ser lógicos, para que los resultados de las estimaciones –en este caso, de las “actuariales”- sean confiables.
En primer lugar, los cálculos actuariales deben inscribirse en un marco de hipótesis racionales y probabilidades sobre la continuidad y perspectivas del modelo económico que aplicaría el país y algunas variantes complementarias. ¿Alguien imaginó, por ejemplo, los bruscos e inconsultos cambios que se propiciaron desde 2007 en términos macroeconómicos y sus efectos?
El desempeño macroeconómico de mediano y largo plazos incide sobre el nivel de empleo, los salarios, el número de cotizantes, los aportes estatales. También sobre la factibilidad de alcanzar cierta estabilidad fiscal, que condicionará el sostenimiento del esquema de seguridad social. Por cierto, ¿logrará el IESS redimir la altísima “inversión” en bonos estatales a la que fue forzado en estos años?
En segundo lugar, las previsiones actuariales deberían tener en cuenta las perspectivas de la economía internacional, por múltiples razones (tasas de interés, alternativas de inversión de las reservas IESS-BIESS, opciones, instrumentos financieros, crecimiento).
Un programa abierto de inversiones –caso BIESS- no es la concesión de préstamos, exclusivamente, peor para actividades no vinculadas a los objetivos de la entidad y menos en términos que no reflejan condiciones de mercado. Las inversiones en petróleo e hidroeléctricas, por ejemplo, ya dejaron su huella negativa.
En fin, el cambio tecnológico, observado en el ámbito de los servicios y estructuras productivas modernas, que perturbará el mercado de trabajo y los equilibrios macroeconómicos a mediano plazo, tiene que ser cuidadosamente advertido. ¿Hay un Ministerio del Trabajo?
Proyectar el alcance de las coberturas y su financiamiento implica una rigurosa evaluación de riesgos y la valoración previsiva de reservas. La forma cómo se definan los supuestos de desempeño tiene que ser transparente y, claro, especializada.
Desde ya, para la proposición de un nuevo esquema de seguridad social no podrá descartarse ninguna opción de cambio –en aportaciones, edad de la jubilación, modalidad y alcance de las coberturas específicas y por sector, pagos especiales, nueva mesa de inversiones, disminución del gasto no prioritario, reducción del tamaño IESS-BIESS, recalificación del personal de base y otras-, precisamente por los beneficios que podría reportar al sistema.
Una privatización –complementaria- de la seguridad social es otro asunto a ser estudiado acuciosamente: siendo una opción que dependería de la solvencia del mercado financiero, su factibilidad supone altos estándares de seguridad y supervisión cautelar de riesgos.
Hay que tener en cuenta que desde la formulación del modelo de ciclo de vida de Ando y Modigliani (1957, 1963) y, más tarde, del de Merton (1969, 1971), se ha estimado que si el sistema de pensiones se basa solo en un modelo de reparto, el propio sistema y el ahorro nacional se resienten, lo que se atenuaría con el suplementario de capitalización. En esta materia las evidencias no son, sin embargo, concluyentes y habrán de ser demostradas. La asistencia técnica internacional podría contribuir eficientemente.
Las actuales autoridades del IESS tienen, pues, una responsabilidad histórica con la sociedad y los trabajadores, que no admiten más improvisaciones. Deben aclarar la oscuridad y evitar problemas sociales futuros. ¿Será esta vez posible? No hay más tiempo.