Con el auspicio de la Universidad Técnica del Norte hace unos días se llevó a cabo un seminario sobre ‘¿Cómo entender la política en tiempos de incertidumbre?: estrategias para el cambio en democracia’. Esta fue una preocupación acogida en una universidad que forma profesionales en el campo de las ingenierías, y a quienes el conocimiento vulgar les asigna un papel de “químicamente puros” en los pronunciamientos que podrían realizar sobre los problemas políticos, económicos y sociales del país.

En los tiempos que corren se ha observado un claro alejamiento de los jóvenes del ejercicio político –juzgado casi innoble–, pues su práctica se haría, según fue señalado, sin evaluación de capacidades y rendición de cuentas, lo que claramente favorece la corrupción, que parece haber sentado sus reales.

El país ha llegado a un punto –se dijo– en el que para muchos sería positivo que quienes acceden a la función pública garantizarían su gestión y la consolidación democrática que derivaría, solo sí no tienen antecedentes político-partidistas. Lo contrario apoyaría determinadas visiones y conveniencias.

En el intercambio de opiniones se llegó a la conclusión, entre otras, de que nada es más equivocado. Esto, porque la praxis política corrupta no es política strictu sensu. Esas actitudes están fuera de lo que significa la política, de lo que representa y busca: la realización de los más altos valores e intereses nacionales y su consecuencia, el respeto a los derechos de todos, a la libertad y la democracia.

Desde la economía se hizo referencia, por su importancia, al mundo actual, que experimenta cambios profundos, en un contexto de interdependencia absoluta, que ha de generar marcadas transformaciones en las estructuras nacionales, que precipitarán desajustes en el mercado del trabajo y en la sostenibilidad del crecimiento económico.

La proactividad de la autoridad pública es esencial en este contexto y sobre todo la definición de estrategias apropiadas que permitan enfrentar o aprovechar esas presiones externas. ¿Hemos avanzado en este ámbito? La conclusión fue negativa.

En los tiempos que corren se ha observado un claro alejamiento de los jóvenes del ejercicio político –juzgado casi innoble–, pues su práctica se haría, según fue señalado, sin evaluación de capacidades y rendición de cuentas, lo que claramente favorece la corrupción, que parece haber sentado sus reales.

Lo señalado llevó la reflexión a las condiciones que se requerirían para el ejercicio de la política pública. La sociedad demanda proactividad; una proactividad, política, que modifique el patrón tradicional de gestión. Ya no es posible que asuma la dirección del sector público cualquier persona sino, necesariamente, expertos calificados que “jueguen el juego” de la eficiencia y de la anticipación contra el inmovilismo y los intereses corporativistas por la modernización y mesura.

Para ello la universidad debe cumplir sus responsabilidades: formar los cuadros profesionales de calidad que el país requiere (de haber objetivos de largo plazo); generar conocimientos sobre cómo solucionar los problemas nacionales; y, promover el desarrollo a través de intervenciones vinculantes y efectivas con la sociedad, evaluadas previamente.

La improvisación y el autoengaño no van más: el desarrollo y la solución de los problemas nacionales son demasiado importantes y urgentes como para dejarlo bajo la “responsabilidad” de improvisados. Mucho de esto ha ocurrido en el país en estos años.

Se destacó que el funcionamiento del mercado no deja de ser sensible a las “equivocaciones”, históricas, por otro lado: persisten desequilibrios macroeconómicos; se hacen transacciones a precios “falsos”; la estructura tributaria es defectuosa; el gasto público deviene incontrolado; las inversiones se postergan recurrentemente; hay carencia de objetivos y planes anticrisis y para el largo plazo; se improvisa la mejor integración a los mercados internacionales; en fin, la rendición de cuentas se hace ante auditorios no informados (por la “reserva”), entre otros aspectos, lo que no crea el clima apropiado para estimular reactivación alguna.

La “vuelta” a los multilaterales, que se discute ahora, no ocurrirá sin condicionamientos: esa es una responsabilidad nacional y el hecho de que no se haya definido un plan económico integral pone al país en situación de desventaja en cualquier negociación. Hubo preocupación sobre el tema.

El otro aspecto central del diálogo fue el señalamiento de que en los años que vienen la economía de mercado ha de continuar consolidándose, frente a otras opciones, autoritarias por lo general, que apuntan a reemplazarla por una –ya experimentada en varios países, con resultados fatales, Ecuador incluido– en la que el estado tiene preeminencia.

Hubo aún algunas posiciones radicales. Sin embargo, se destacó que solo un régimen de partidos que funcione bajo mecanismos eficientes de rendición de cuentas es la opción del cambio serio y con futuro. El alejamiento de la política partidista no es opción en ningún caso, sino la participación capacitada para su ejercicio.

En este marco, el del ejercicio de la política en democracia y por el cambio óptimo, exige experiencia calificada (experiencia y conocimiento para la toma de decisiones) y evaluación permanente del costo-beneficio de la toma de decisiones (cómo el problema que se evacúa incide en el problema que eventualmente puede crear la adopción de determinadas decisiones), algo que el país no suele tener en cuenta. En el caso de las actuales negociaciones de comercio e inversión esto es evidente.

En fin, las discusiones, a su término, sugirieron que la universidad ecuatoriana, “silenciosa” en los últimos años, debe retomar su derrotero: se evaluó la posibilidad de crear un Observatorio Político Económico de la Universidad Nacional, que se pronunciaría permanentemente sobre los problemas nacionales y las estrategias aplicadas desde lo público para corregirlos.

De llevarse a la práctica, la universidad ecuatoriana retomaría su rumbo de universidad comprometida con los grandes intereses del país. Como decía Albert Camus, “crear, es vivir dos veces”. Es hora de apoyar la idea, por el futuro de forma, ojalá, permanente y marcada por la transparencia y la cooperación.(O)