El año 2018 prácticamente ha finalizado. Un año difícil, pleno de tensiones, de disputa de espacios de poder entre distintos actores y de cambios postergados en perspectiva de futuro. De las esferas que están íntimamente vinculadas, política y economía, una fue privilegiada: la política.

La conducción democrática reivindicó el derecho que asiste a los ciudadanos a ejercer sus libertades. No fue una concesión, claro. Como decía el gran poeta español, Caballero Bonald, “lo único que poseemos es nuestra libertad y nuestras palabras”. Nunca hemos de cederlas.

Hubo en estos meses, al interior del movimiento en el poder desde 2007, varios asuntos pendientes que debían enfrentarse y esto ocurrió. Mientras, la situación económica del país fue reflejo de la improvisación y corrupción de los últimos años. Se confirmó un desempeño signado por muchas dudas. Sin embargo, las previsiones oficiales del Banco Central del Ecuador (BCE) nunca mostraron consistencia ante un escenario que evidenció desajustes muy claros.

La conducción económica anticrisis continuó, así, pendiente, más allá de la Ley de Fomento Productivo (¡y 3 ministros en 18 meses!). No se definió un plan económico integral sino medidas aisladas. Las nuevas inversiones no se han concretado y la tendencia a la baja del precio del petróleo y el alto riesgo país alejan algún optimismo para 2019 y siguientes.

Subsisten, pues, los desequilibrios en materia fiscal; en las cuentas externas –comercio (se exporta “lo mismo” desde hace muchos años), deuda interna y externa, inversiones–; en la posición del Banco Central del Ecuador (niveles de cobertura y reservas) y en el IESS, esencialmente. La evolución de los precios desveló ese clima de incertidumbre (dio paso a la inédita presencia de un proceso deflacionario) y el mercado del trabajo continuó experimentando fuertes desajustes.

La entrega n. 40 (octubre 2018) del indicador Imacro, que regularmente difunde PROEstudios, señalaba ya los desórdenes en el mercado del trabajo –PROEstudios hizo notar entonces varios aspectos respecto de una errónea cuantificación de la PEA e indicadores derivados–, que confirmaban la desaceleración de la economía.

Asimismo, la proforma presupuestaria 2019 está a la espera de su aprobación. Se han cuestionado sus supuestos y las fuentes de ingresos y financiamiento –y la evolución del gasto– para sentar bases ciertas de un arreglo de las finanzas públicas. Una vez más se estima que la “vuelta” a los organismos multilaterales sería inevitable.

Lo señalado introduce una suerte de “velo” al análisis de los escenarios de corto y mediano plazo y continúa pasando factura a la reactivación. Esto nuevamente se confirma en la última entrega del Imacro, la n. 41.

En septiembre, el índice de actividad productiva sitúa, base 2007=100.0, 140,2 puntos, con un deslizamiento (“punta a punta”) de 0,5%. Corregido de estacionalidad, es de 140,6 y no registra aumento mensual. La tasa anual de la tendencia es de 0,4%.

Entre enero y septiembre 2018, la economía crecería en 1,1 % y, en el tercer trimestre –en relación al segundo–, en 0,3%, mientras que el aumento sería de 0,6%, si se lo compara con el correspondiente del año 2017 (t/t-4).

La tendencia de largo plazo del índice desciende sistemáticamente durante muchos meses (hace un año, bordeaba el 3%; en los cuatros últimos meses, alrededor del 0,5%). El índice del valor agregado de las industrias de mercado no petroleras se aplana desde mayo del presente año, en torno a 0,8%, lo que determinará el trayecto final del índice total.

En fin, en la entrega 38, ratificada en la número 40, PROEstudios difundió la estimación de crecimiento del PIB para el presente año, 0,9%, a la que se acercó el FMI, el Banco Mundial y hasta la “optimista” Cepal. Esta vez, luego del procedimiento de verificación respectivo, PROEstudios reconfirma esa proyección inicial.

Vista la metodología del Imacro, basada en cifras oficiales del BCE (que no pueden modificarse pero sí ser objeto de una evaluación técnica, realizada), en 2019 el PIB crecería, en principio, en 1,2%. Por supuesto, esta primera estimación se ha dificultado vistas las restricciones para establecer hipótesis sólidas respecto del desempeño de variables claves. Deberá realizarse un nuevo cálculo cuando se defina un panorama más claro respecto de la política económica y del entorno internacional, por ejemplo, en el caso del petróleo.

La estimación, muy provisional, que también supone que en 2019 el endeudamiento será aún una variable de “reactivación” (inconveniente), arrastra determinantes inerciales pero objetivamente confirma riesgos muy serios si no se actúa de modo consistente ante factores –internos y externos– que se advierte jugarán en contra de la economía nacional.

La situación fiscal tiene ya características de “insostenible”, como ha sido reconocido por el responsable de su gestión. El BCE estará, asimismo, obligado a revisar sus proyecciones y a precisar mejor los determinantes de la evolución coyuntural. Nadie conjetura que las proyecciones tienen connotación de verdades, pero al menos los supuestos en las que estas se fundamentan deben ser lógicos y objetivos. Un tema para la discusión.

En fin, la última entrega del Imacro incursiona una vez más en la propuesta de algunas acciones que podrían llevarse adelante en materia de política comercial, para repensar, por ejemplo, los esquemas de integración y los acuerdos de libre comercio de última generación.

Sugiere algunas acciones para promover el comienzo de un ciclo modernizador de la matriz económica y de las inversiones. Se trata de favorecer procesos que abandonen su connotación de esporádicos y eventuales, por otros que sean permanentes para el logro de innovación, productividad y competitividad.

La oportunidad condiciona el desarrollo económico y social, lo que tiene consecuencias. Nuevamente, ¿cuándo comenzamos? (O)

Hubo en estos meses, al interior del movimiento en el poder desde 2007, varios asuntos pendientes que debían enfrentarse y esto ocurrió.