Praga, República Checa.- De este lado del mundo, por donde tantos ejércitos marcharon, se notan mucho las diferencias entre el viejo y el nuevo continente.

No digo que Europa Central no las tenga, pero por múltiples razones, desde las películas de cine hasta la Champions League, nos sentimos un poco más familiarizados con ella.

Acá es muy fácil identificar la huella de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, cuando encontramos arquitectura del siglo XIII y XIV abruptamente interrumpida por edificaciones de mitad del siglo XX, levantadas para tratar de enterrar el pánico del sonido de los aviones enemigos, el sonar de alarmas y las detonaciones que se llevaron vidas, ilusiones e historia.

También quedan las famosas casas colectivas, uno que otro auto viejo, pero sobre todo, el ambiente poscomunista, pos Guerra Fría, pos cortina de hierro, que a pesar del progreso que vive este importante país de Europa del Este, se siente en las calles y plazas de la gran Praga.

Los eslavos predominan en la sociedad checa, y ello es notorio cuando se caminan sus calles. Sin embargo, y aunque la mayoría de los que atienden tiendas y locales públicos hablan inglés, se nota cierta incomodidad al tratar con personas notoriamente foráneas, como el suscrito.

Al principio creí que era un tema de idioma; que su manera de hablar el inglés los hacía lucir un poco adustos, pero poco a poco fui notando que no era un tema de idioma. Pude notar también que el trato al turista no era el mismo si se trataba de un local por encima de los 40 años o si se trataba de uno joven veinteañero.

En algún momento pude conversar con un latino que vive por estos rumbos hace varios años, a quien le trasladé mis interrogantes e hipótesis; este buen hombre me dio la siguiente explicación que la comparto con usted, amigo lector, por cuanto la considero además de lógica, aleccionadora.

Me explicó que efectivamente, mi percepción no era equivocada; que por acá existe resistencia al migrante, la que se ha exacerbado con la migración siria, especialmente de las personas mayores que crecieron con el comunismo, y que definitivamente no se acostumbran a las “reglas” del mundo occidental.

Por el contrario, los jóvenes que crecieron con la televisión por cable, las cadenas de tiendas multinacionales, la libertad de empresa, de movilización, de expresión y la propiedad privada, los millennials digitales que entienden al mundo como uno solo, son mucho más amables con los visitantes foráneos, a tal punto de que muchas cadenas hoteleras que abren operaciones por estos lares buscan a postulantes que no hayan vivido el comunismo, ello para procurar una mejor calidad de servicio a los huéspedes y usuarios en general de sus servicios.

Han pasado 26 años desde que el comunismo abandonó a los checos, pero su huella queda y morirá con muchas de sus víctimas, las visibles y las invisibles.

Con seguridad esta es la realidad que viven todas las naciones que se liberaron del comunismo y la que algún día vivirán Cuba y Venezuela.

¡Y pensar que estuvimos tan cerca! (O)