¿Se sentirán en Ecuador los efectos de la elección de Jair Bolsonaro? Sí, como en toda América Latina, porque es el episodio más significativo dentro del giro a la derecha que se observa en el continente. Obviamente, esta respuesta es una generalización que necesita algunas explicaciones adicionales.
En primer lugar, la interdependencia de los países latinoamericanos y otros factores económicos y políticos han llevado a la conformación de grandes tendencias –olas, como las llaman algunos autores–, que se presentan en la mayoría de ellos, si no en todos, en un mismo momento. Las reformas neoliberales y el giro a la izquierda, en ese orden, fueron las más recientes. La actual es la corrida hacia el centro o a la derecha que, de acuerdo a las declaraciones del presidente electo, llegaría hasta el extremo. Esta nueva ola que aún no se concreta totalmente, está dibujando un entorno internacional muy diferente del que predominó previamente. Este obligará a cada país, entre ellos Ecuador, a adecuar la política exterior tanto en lo bilateral como en lo multilateral.
En segundo lugar, el cambio que se operará en Brasil tendrá mayor repercusión que los anteriores, tanto por la importancia de ese país, como por las características del presidente electo. Con un territorio que es prácticamente medio continente, con la mayor economía de América Latina y con fuerte presencia empresarial en toda la región, lo que suceda allí trascenderá de inmediato sus fronteras. Aunque es poco probable que en el plano económico en Ecuador se sientan efectos directos e inmediatos, seguramente estos llegarán cuando se concreten las medidas económicas anunciadas por Bolsonaro, que incluirán privatizaciones e incentivos para la transnacionalización de las empresas brasileñas.
En tercer lugar, donde se pueden esperar mayores efectos para nuestro país será en lo político. Si el presidente electo se mantiene fiel a sus anuncios de campaña, la mayor transformación de su gobierno se producirá en la política, tanto en la interna como en la exterior. Ciertamente, ha anticipado la aplicación de un programa económico muy similar a los de las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, pero seguramente eso avanzará más lento y con mayor dificultad que algunas medidas políticas, como las relacionadas con la seguridad interna y con el alineamiento internacional de Brasil.
Este último aspecto podría tener repercusión en nuestro país. Bolsonaro buscará diferenciarse no solamente de sus antecesores inmediatos –Dilma Rousseff y Lula Da Silva–, sino que seguramente apuntará más lejos y tratará de distanciarse de las pautas mantenidas por la política exterior brasileña. Es conocido que, desde 1985, cuando se inició el actual período democrático, esa política ha mantenido objetivos y líneas fundamentales prácticamente invariables, independientemente del signo político de los gobiernos. Es probable que el nuevo presidente intente dar un giro y que, incluso, ante el vacío existente y la debilidad de los organismos multilaterales latinoamericanos, busque un liderazgo regional. Ecuador, como los demás países, no pueden ser sordos al rugido del gigante. (O)