Corría 1967 cuando me tocó regresar de Madrid, haciendo mis estudios de técnica en Seguridad Social y Ciencias Administrativas y Agrarias que me demandó un año y medio en el Centro para formación de Técnicos en Seguridad Social, de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, OISS, con estudios en la Universidad Complutense de Madrid y Alcalá de Henares.

Tan pronto como llegué me incorporé a mi puesto de trabajo de auxiliar técnica del Departamento Actuarial del Instituto Nacional de Previsión, INP, rector del Seguro Social; al tercer día recibí la orden del presidente del INP, Dr. Manuel de Guzmán Polanco, de que prepare un proyecto para incorporar a los campesinos a la seguridad social. Habían pasado 26 años sin que los legisladores del Seguro Social puedan cumplir el artículo 6 de los estatutos del Seguro Social Obligatorio de 1942, porque intentaban incorporar a este conglomerado humano por el mismo “Sistema del Seguro Social Obligatorio”, sin considerar que en este sector no existe la relación laboral afiliado-patrono. Yo tenía que encontrar un sistema nuevo, tuve que realizar exhaustivos estudios técnicos, bibliográficos y de campo. Descubrí un sujeto de afiliación, la comuna campesina jurídicamente organizada que sería la afiliada y el patrono sería el presidente de la comuna, quien recaudaría las cuotas de los jefes de familia censados y las depositaría como aportes en el Seguro Social. La prestación de salud se la concedería en un dispensario propio de la comuna; y las prestaciones de maternidad, invalidez total y muerte, se las concedería bajo reglamentación especial. Presenté el proyecto al presidente del INP, quien lo sometió a conocimiento del Consejo Directivo, y este resolvió que se lo haga abalizar por la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, OISS. La OISS respondió que el proyecto era viable y se comprometió a cooperar dándole las bases técnicas, viajando en comisión técnica al Ecuador. En el Departamento Actuarial trabajamos con dos colegas y la misión de la OISS; esta resolvió experimentar el proyecto en las comunas campesinas que previamente se habían preparado, dos en la Sierra (Guabug y Yanayacu) y dos en la Costa (Palmar y La Pila). El proyecto experimental marchaba admirablemente cuando un cambio de gobierno se produjo y el actuario resolvió no seguir con el experimento. Pero como en este proyecto estaba Dios, otro cambio de gobierno, esa vez presidido por el general Guillermo Rodríguez Lara lo retomó y dio un impulso formidable a través del departamento del Seguro Social Campesino, que se creó por resolución del Consejo Directivo y en el que se me nombró jefa. Resolví, apoyada por los decretos ejecutivos Nº 3017 y 507, acelerar los programas bajo mi lema “Serán tantos los campesinos incorporados que no permitirán que se les quite su Seguro Social”.

Cuando en la presidencia de Sixto Durán-Ballén se quiso pasar este sistema al Ministerio de Salud, miles de campesinos reunidos en la plaza de San Francisco no lo permitieron. En 1975 me ascendieron a jefa del departamento de Crédito, y pasó “mi hijo” el Seguro Social Campesino a otras manos. Muchos fueron y siguen siendo los problemas que tiene que afrontar el Seguro Social Campesino, pero nada ni nadie puede impedir que se mate al Sistema Especial del Seguro Social Campesino ideado por mí, y puesto en vigencia por las autoridades del Seguro Social ecuatoriano, con asesoría de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, OISS. El 28 de agosto de 2018 se cumplió el 50 aniversario del Sistema Nuevo Diferente Especial del Seguro Social Campesino. La emoción de mi logro embarga mi ser. Al momento están protegidos 1’200.000 campesinos que viven en 3.500 comunas del país. Pero falta más, mucho más.(O)

Fabiola Cuvi Ortiz, economista, Quito