Después de un largo debate de todo el día, en la madrugada del 9 de agosto el Senado en la Argentina dijo no a la propuesta para legalizar el aborto de los niños no nacidos hasta la semana 14 de la concepción.
En el reconocimiento universal de los nuevos derechos, como los de la naturaleza y de los animales no se incluye a los seres humanos más indefensos y dependientes: los concebidos en el propio vientre de sus madres.
Uno de los argumentos fuertes para despenalizar el aborto suele ser la necesidad de bajar el índice de muertes por aborto ilegal.
Esto coincide en nuestro país con el tema de la educación sexual de los hijos y también con el aumento del índice de los embarazos adolescentes.
Al respecto cabe recordar que no es Ecuador el único país en el cual a raíz del reparto gratuito y facilidades para la adquisición de condones y anticonceptivos a los adolescentes, resulte un crecimiento notable en el índice de embarazos a muy temprana edad.
Lo que pretende ser solución se convierte en una explosión de actividad sexual a muy temprana edad con preñez prematura. ¿Por qué?
Sin duda alguna porque no reciben una visión integral de la sexualidad humana, con todo lo que implica para la persona y que va más allá de la genitalidad y del placer.
Cuando los padres de familia y abuelos protestamos para defender nuestro derecho de educar y formar a nuestros hijos o nietos, en este complejo aspecto tan importante e inherente al desarrollo como personas, debemos también adquirir el compromiso de prepararnos más y de asumirlo con toda seriedad, sin tapujos y desde que son pequeños.
La educación de la sexualidad es una tarea del hogar básicamente porque allí el niño o la niña adquieren su identidad sexual en el proceso psicológico y pedagógico inconsciente que depende sobre todo de los modelos femenino y masculino con los que crece.
Es una tarea del hogar porque desde el nacimiento se inicia el otro proceso de desarrollo normal del impulso sexual con sus diferentes etapas y que culmina en la posadolescencia.
Corresponde a los padres orientarlos y cuidar su evolución, no solo física sino también psicológica y su adaptación a la vida social.
Definitivamente, lo que puede hacer la escuela es un complemento de esta tarea fundamental de los padres en el hogar, sin alterarla o deformarla con una visión reduccionista o con enfoques errados.
El tema del embarazo adolescente es delicado y complejo. Pero no se soluciona con anticonceptivos ni con aborto libre. Está comprobado.
Se necesita asumir una educación que respete toda la inmensa riqueza que implica la sexualidad en el crecimiento y evolución de la persona, sin separarla de los valores humanos del respeto al otro, de la amistad, del amor y de la increíble posibilidad de generar nuevas vidas.
Qué lástima que se abandonó el Plan Familia para colegios, que implicaba una formación sexual integral que incluía a los maestros.(O)