Hace casi veinte años, con la victoria de Hugo Chávez en Venezuela se inició el denominado giro a la izquierda o marea rosa de América Latina. A lo largo de la primera década del presente siglo, en gran número de países del continente fueron elegidos libre y democráticamente gobiernos de ese signo. Algunos, como los de Bolivia, Brasil, Chile, El Salvador, Nicaragua y Uruguay estaban encabezados por personas y partidos que tenían larga historia de pertenencia a esa tendencia. Otros, como el de la misma Venezuela, Argentina, Ecuador, Guatemala y Paraguay adoptaron esa denominación más bien retóricamente, ya que no estaban sustentados en partidos de izquierda ni contaban con líderes que encajaran adecuadamente en esa denominación. Sin embargo, no fue esa la diferencia que acaparó la atención de quienes estudiaron el fenómeno. El énfasis se puso entre una izquierda moderada, con Brasil, Chile y Uruguay como casos paradigmáticos, y una radical o populista, con Bolivia, Ecuador y Venezuela como sus exponentes.

Ahora, cuando está claro que la marea está a la baja –con la excepción de México, que tardíamente hace un giro que no se sabe si llevará a la izquierda o a una versión reencauchada del priísmo–, ya se cuenta con elementos para contabilizar los logros y los fracasos de aquellos gobiernos. En una visión general, que tome a las condiciones de vida de la población, la situación del Estado de derecho y de la democracia como parámetros, ese balance muestra avances considerables en Chile y Uruguay. Por el contrario, es evidente el retroceso en Venezuela y Nicaragua. En un nivel intermedio se sitúa el resto de países, con diversos grados en cada uno de esos aspectos. Un análisis más detenido podría llevar a identificar las causas que determinaron el recorrido que siguió cada uno, pero en términos generales se puede sostener que los mejores resultados se obtuvieron en los países que previamente contaban con instituciones fuertes, entre las que se destacan la separación y el equilibrio de poderes y sistemas consolidados de partidos. Los que presentan peores resultados son los que intentaron imponer un orden institucional de laboratorio, sin arraigo en la realidad, hecho a la medida de sus necesidades (o, más bien, de las necesidades del caudillo) y que eliminaron la competencia política al crear las condiciones para el predominio de un único partido.

Aunque esos –y otros similares– deberían ser los criterios para juzgar ese periodo, el balance de este momento se rige por otro, mucho más visible y negativo para la mayor parte de esos gobiernos. La corrupción se sobrepone a sus logros y magnifica sus aspectos negativos. Cierto que es una lacra generalizada que no diferencia entre derechas e izquierdas, pero estas últimas la sufren en mayor medida porque una de las causas que explican el surgimiento de la marea fue el combate a la corrupción. A diferencia del fútbol, donde siempre la final (en femenino) apasiona incluso a quienes no sabemos nada al respecto, el de la ola rosa es un triste final (en masculino).(O)