Los artistas son los auténticos realistas. (Pero no me apuro, luego saltarán los que dicen que el arte no se trata de copiar, que no es una fotografía, etc.; y están en lo correcto: no es mera imitación, sin embargo, en esta serie de artículos he procurado discurrir sobre lo que es la realidad, sus diversos niveles, y cómo el arte nace de ese encuentro. Todo arte representa, emula, sugiere, plantea, descubre la realidad. Como expresé en su momento: ¿no es, acaso, realidad lo que se expresa en el imaginario mundo de Fahrenheit 451?). Ya pasó, si acaso alguna vez existió, el tiempo donde uno leía para escapar del mundo. Uno lee para encontrar el mundo, para escapar las (auténticas) ficciones que pueblan la vida moderna.
Una de ellas: el dinero. No gastaré líneas en la discusión sobre si se fundamenta en la mera confianza, en la producción de un país y así. El dinero lo puede ser (casi) todo (viajes, “casotas”, una buena comida). El que lo pueda ser no es igual a que sea. A fin de cuentas, lo que se busca (más o menos) en un viaje, en un restaurante, es la felicidad. En ese sentido, el dinero es un medio para llegar a esa felicidad; por otro lado, qué misterio la felicidad (a unos les sobra y basta con encontrar el amor de su vid a, a otros les sobra y nada les basta). Sea como sea, el dinero no es la cosa en sí (el viaje o la felicidad), es solo un probable acceso a ella. Tener un billete en la mano es tener potencialmente algo y nada a la vez.
Los artistas anhelan/crean la cosa en sí: la felicidad, la tristeza, la nostalgia, el amor, el deseo, el miedo, el anhelo. Una obra de arte es una intensidad de sentimientos e intuiciones enfrascada en la duración de una canción o una novela. Es el intento por plasmar la cosa en sí (no un viaje, que quizá te hace feliz, pero no es la felicidad). El arte no tiene intermediarios, no es un quizá (si tengo, si voy, si compro, si hago, si estudio), el arte siempre es. Los capítulos de una novela no llevan realmente a algo (avanza la trama, eso sí), sino que la novela entera es una cosa, una verdad, una verdad que solo puede ser expresada con esa longitud, con esas palabras, con ese tono. El dinero o un viaje puede ser un fugaz encuentro o un atisbo de la felicidad, una obra de arte de esa temática es la felicidad.
Y se acaban las líneas en este desangramiento de palabras. Tal vez se entienda mejor si pensamos en el Himno a la alegría de Beethoven. Puede parecernos entretenido o no, puede gustarnos más o menos, pero, independientemente de eso, la obra es la alegría. Discúlpenme la insistencia, el Himno a la alegría puede o no hacernos sentir alegría, pero eso en realidad no importa (acaso no nos guste la música clásica), el hecho es que Beethoven sudó y se agotó recreando la alegría.
El arte es, lo otro es una postergación, un medio para, un quizá, un deseo.
(O)