Nunca pensé que el hecho de ser columnista me volvía infalible. Más aún al declararme ateo no descarto la posibilidad de estar equivocado, comparto mis dudas, jamás pretendo expresar certezas. Respeto todas las creencias aunque no las comparta, pero no me bañaría en el río Gange. En varias oportunidades correos de lectores me obligaron a recapacitar. Me sucedió hace poco cuando escribí que en Ecuador podíamos hablar de “las inocentes travesuras de los mandatarios”. Juan Carlos Pesantes me hizo notar que no me había detenido a pensar en el dolor que soportó Hillary Clinton, la esposa traicionada, lo que volvió a suceder estos días con los adulterios de Donald Trump. Otros lectores, al leer que nosotros podíamos elegir cinco veces a un polémico presidente, mientras los norteamericanos asesinaban a los buenos, me recordaron el asesinato de personajes como Abdón Calderón, Eloy Alfaro, García Moreno, Mariscal Sucre, Jaime Hurtado, posiblemente Jaime Roldós, Nahim Isaías, los hermanos Restrepo, Pancho Jaime, Fausto Valdivieso, entre otros. Los lectores abundaron en el tema, me sentí acorralado. Probablemente no fue una buena idea comparar a los ecuatorianos con los gringos en sus diversas diferencias.

Honro mucho el voluminoso correo de los lectores, intento contestar personalmente. Suelen ser mails caballerosos con argumentos irrebatibles. No poseo los secretos de la sabiduría, solo soy un ser humano a veces muy apasionado. Cuando toco el punto de la religiones me preguntan cómo puedo ser buena persona aparentemente y no creer en dioses, ángeles, vida eterna; respondo siempre que nadie me puede quitar la capacidad de dudar que la vida me otorgó, tampoco creo en hadas, en espíritus malignos, demonios, brujas o adivinadores. El Tin tin y otros duendes todavía tienen adeptos, así como la viuda del tamarindo. No creo en muertos que penan, ni en signos del zodiaco. Cada artículo mío me expone a las críticas, eso es bueno, se llama democracia.

He conocido como a 20 presidentes, fui amigo de muchos aunque no haya estado de acuerdo con ciertas de sus medidas o acciones, los conocí en su hogar con su familia, asimismo estuve el hogar de Pancho Jaime, tuve a su hija chiquita en mis brazos, aun cuando no me agradaban ciertas de sus polémicas, lo respeté porque eran sus verdades, que fueran o no discutibles. Respeto a Jaime Bayly aun cuando se le va la mano. Sin haber nacido en esta tierra me siento muy apegado a ella, aquí escogí a mi esposa, formé mi hogar durante cuarenta años, publiqué libros, gané concursos de poesía, estuve durante cincuenta años en la pantalla de los televisores. Debo mucho a este país que me acogió y me nombró ecuatoriano ad honorem el año pasado. Tuve el privilegio de dar un concierto de piano a casi seis mil metros de altitud en el cráter del volcán Cotopaxi, salté once veces con los paracaidistas de la FAE, son detalles quizás pero me afianzan mucho a esta tierra. Estoy en esta página desde el año 1999... es una gran responsabilidad, me importa mucho lo que me escriben ustedes y lo agradezco. (O)