Considero que el paisajismo nativo es esencial para que Guayaquil pueda proveernos un entorno sano a largo plazo, esta es una ciudad que ha atravesado grandes cambios durante las últimas décadas, hemos avanzado hacia el orden mediante una regeneración urbana necesaria, pero que no le ha dado protagonismo a lo elemental, que es la naturaleza.

Sin intención de criticar quiero enfocarme en las soluciones: en lo público, debemos reorganizar los objetivos y prioridades, no necesitamos de jardines poco prácticos que requieren de un excesivo riego con agua potable, de intenso mantenimiento del personal municipal, de plantas y árboles introducidos que requieren más fertilización y fumigación que las que necesitan las especies locales.

En lo privado: tenemos que olvidarnos del diseño básico de plantitas difíciles de mantener y del abuso de los cubresuelos como el césped que no hacen otra cosa que consumir centenares de metros cúbicos de agua, lo que es igual a grandes cantidades de dinero, y a no optar por tener un árbol que realmente embellezca y beneficie las propiedades y a sus habitantes.

Los jardines que presenta Guayaquil no nos representan en lo absoluto, no representan a nuestro clima, ni a nuestra cultura y mucho menos cumplen con nuestras necesidades. Si bien es cierto que Guayaquil es un puerto y por historia ha sido un lugar que ha recibido gente de diferentes partes del mundo y con ello sus tradiciones, costumbres y hasta semillas y plantas.

Aunque personalmente no estoy totalmente en contra del intercambio de ciertas semillas entre las regiones, sí deberíamos exigir y establecer una preferencia hacia lo local a la hora de diseñar los jardines y espacios públicos de la ciudad. Somos un sector privilegiado geográficamente, estamos rodeados de manglar, cerros, bosque seco, esteros y río. ¿Y qué hemos hecho con estos? (Ese es un tema para otra columna), sin embargo hemos permitido que la novelería y moda extranjera nos laven la cabeza y nos hagan creer que nuestros paisajes deben ser verdes todo el año, que las palmeras brindan un mejor aspecto ornamental que el de nuestros árboles nativos, y que los jardines deben lucir uniformes, eso es todo lo contrario a lo que urgimos.

El paisajismo nativo nos permite contemplar las bondades de nuestra región, sus aves y sus mariposas que viven en él, sus impresionantes colores durante la época de floración, sus valiosos y olvidados frutos utilizados por nuestros abuelos y, sobre todo, su poca exigencia para su mantenimiento. Lo natural no nos esclaviza, no agota los recursos de nuestra ciudad, no agrede nuestros bolsillos. Estas son solo algunas razones simples de por qué volver a nuestras raíces, si esto no suena suficiente puedo compartir información que nos hará sentir un poco más cerca al apocalipsis, sin árboles, sin barreras naturales que protejan a nuestra ciudad, sin nuestro valioso manglar, nuestra ciudad sufrirá graves inundaciones, los cerros no serán más que montones de tierra y roca peladas, las aves, mariposas, animales que hoy caracterizan nuestro sector serán apreciados solo en fotos, y los recursos como el agua potable y la tierra para cultivar serán escasos. El cambio es cuestión de nuestras decisiones, conozcamos nuestra historia, descubramos nuestro patrimonio y construyamos de Guayaquil una ciudad para vivir. (O)