El dinero distorsiona muchas percepciones. Le damos tanta importancia que creemos que dinero es riqueza, y en las políticas económicas creemos que manipularlo (desde hace miles de años) es un mecanismo que supuestamente reemplaza los reales factores de creación de riqueza… tan es así que los bancos centrales japonés, europeo y norteamericano (y tantos más) han aplicado recientemente esta receta. Y están tan convencidos de su poder que cierta recuperación de la economía se le atribuye a estos impulsos monetarios (ahora llamados “elegantemente” Quantatitive Easing), cuando deberíamos preguntarnos si esos resultados modestos no se dan a pesar de los bancos centrales.
¿Qué es la riqueza si no es dinero? Podemos expresarlo de varias maneras, que nos dicen lo mismo. Uno, la riqueza viene de la producción (o la riqueza es lo que una sociedad produce). Dos, la riqueza es lo que se puede comprar con el dinero (cosas que deben haber sido producidas para poder adquirirlas). Tres, la riqueza se amplía cuando la gente tiene más opciones y alternativas para escoger (no solo cantidad y tipo de bienes y servicios, sino formas de vida).
No es muy complicado, pero las mediciones son más complejas. Hay muchas razones, pero señalemos dos (positiva y negativa). Uno, la tecnología cuesta relativamente menos (se puede hoy comprar un auto o computadora con muchas menos horas de trabajo), pero los avances en calidad no son fáciles de medir objetivamente: ¿cuánto mejor es hoy una compu o un auto que hace 20 años? Mucho, sin duda, permiten hacer más cosas y tener más seguridad, pero ¿cuánto más? Dos, la ampliación de los gobiernos (Ecuador es un caso extremo y patético), todo lo que hacen se mide como producción y riqueza, pero ¿cuánto de lo que hacen realmente mejora la calidad de vida o incluso cuánto frena las potenciales mejoras? La respuesta es que hay mucho de inútil, vale cero o negativo.
En realidad, más allá de las medidas, la calidad de vida de casi todos en el mundo ha mejorado en relación a 200, 100 o 50 años atrás. Es obvio yendo a uno de los planteamientos anteriores: ¿hay más gente con más opciones y alternativas? Sin duda. Tomemos un ejemplo ilustrativo: los celulares que se han masificado de manera extraordinaria permiten por un valor inferior a 1 dólar diario comunicarse, divertirse, informarse, educarse, etc., eso es calidad de vida.
¿Hay más por hacer? ¿Hay que luchar por ampliar más opciones para más gente? Obviamente, pero al menos no hay que equivocarse; por ejemplo, con frecuencia se dice: “El narcotráfico mueve cientos de miles de millones y si dejara de fluir habría una bancarrota mundial”, eso es quizás cierto visto desde el dinero, todo lo contrario desde la producción: con esos recursos se producirían cosas más útiles para la vida… Si el diagnóstico es errado, si creemos que el comercio internacional, el que haya más capital por trabajador o el emprendimiento son las causas de la pobreza, cuando son el cimiento de las mejoras, vamos a errar de camino… y es esencial, por el bien de más gente, no errar. (O)