La responsabilidad y el compromiso que desde niña he sentido hacia la naturaleza hicieron que tuviera la rebeldía de enfrentar al mundo. Muchos prejuicios, desalientos y respuestas negativas han sido parte de este difícil camino. Hoy, después de varios años de luchar por una ciudad con mejores áreas verdes y con avenidas donde el cemento no sea el único protagonista, el reto sigue siendo complejo. Todos los días surgen nuevos y mayores desafíos, pero el día en que pude convertir mis críticas en acciones concretas fue el momento más liberador de mi vida. Fue en ese momento que aprendí que si tenemos la posibilidad de soñar, también tenemos la responsabilidad de construir y de transformar.

La campaña Sembrando una ciudad es, probablemente, la vía más económica de embellecer ciudades, de mejorar la calidad del aire, de transformar el estilo de vida de sus habitantes, y sí, de mitigar también los efectos del cambio climático y sus secuelas con los diferentes fenómenos que estos conllevan.

¿Por qué debemos sembrar? Hay infinitas razones para hacerlo, empezando porque ¡disminuye el calor de las ciudades! ¿Y por qué hacerlo con especies nativas? Porque se adaptan más rápido a las condiciones climatológicas, consumen menos recursos, su mantenimiento es menor, proveen de muchos nutrientes a los suelos evitando su desertificación y son el hábitat natural de insectos, animales y aves propios del sector. Son además una importante contribución de las ciudades para la conservación del patrimonio forestal de cada región.

Sin profundizar en tecnicismos botánicos y dejándonos llevar más bien por el romanticismo que como ciudadanos nos debería motivar a realizar cambios tangibles y radicales, les hago un llamado de atención para que canalicemos nuestras energías y compartamos nuestras habilidades y recursos con iniciativas que construyan mejores ciudades, eduquen a la población y proyecten un país sustentable hacia el futuro.

Como dijo el presidente Kennedy hace más de 50 años: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por él”. Esa es la visión que debemos adoptar de inmediato, pues las ciudades y las naciones se construyen en unión de los pueblos no solo desde los sectores políticos.

Aunque sembrar es algo muy natural, requiere de ciertos pasos muy sencillos y algo de técnica para que su desarrollo sea óptimo. Sin embargo, no podemos excusarnos de asumir esta responsabilidad, pues se trata de una interacción muy básica entre el ser humano y la naturaleza, que perfectamente podríamos compartir con nuestra familia y amigos.

Todos podemos empezar esta acción en casa, en nuestro jardín (aun siendo pequeño), mejorando y cuidando el parque de nuestro barrio, en las escuelas, en nuestro lugar de trabajo, y hasta formando parte activa de grupos ambientalistas que promueven estas acciones. No hay excusas para no formar parte del cambio. ¡Es hora de activarnos y sembrar una ciudad! (O)

* Creadora de la Fundación La Iguana.