El discurso político tiende a igualar por lo bajo, pues se piensa que rebajando su nivel, su alcance será mucho mayor. Esto es así en todo el mundo, las excepciones son raras. En el Ecuador, el sillón de Rocafuerte no ha sido precisamente el asiento de la sabiduría, sobre todo en el último medio siglo. Pero una excepción vigorosa fue Osvaldo Hurtado, quien ha logrado conjugar la práctica política honesta con el ejercicio intelectual de alto calado. En ambos sentidos se aprecia su reposada audacia. Recordemos su decidida actuación convocando a la resistencia frente al golpe militar de Lucio Gutiérrez y destacó su entereza republicana manifestada en la década de la dictadura correísta, durante la cual se metió al agua varias veces, tomando partido por las mejores causas. En lo intelectual ha tenido el coraje para revisar sus posturas, confrontándolas con la evidencia, aprendiendo de la historia.
Frutos visibles de sus investigaciones y estudios son sus libros. Son textos consistentes, que la academia acepta en virtud de sus propios méritos. Aquí una anécdota del librero que fui. Costumbres de los ecuatorianos, uno de los mayores best sellers de la historia nacional, se editó en inglés con el título Portrait of a Nation. Dado que teníamos en la librería una significativa clientela extranjera, quisimos importar cierto número de ejemplares. Se hizo el pedido una semana después de su lanzamiento en Estados Unidos, pero la editorial nos comunicó que la tirada de varios miles se había agotado, en su gran mayoría adquirida por bibliotecas universitarias.
La última propuesta de Hurtado es Ecuador entre dos siglos, que de alguna manera es una continuación de una publicación anterior, El poder político en el Ecuador, que llegaba hasta 1977. Ahora expande su análisis a las tres últimas décadas. No solo completa el panorama histórico, sino que también hace precisiones sobre ciertos aspectos de su visión anterior. Además, la prosa del nuevo es mucho más amable y clara, haciendo su lectura una experiencia más emocionante... sí, emocionante digo, escritor soy. Es la soltura de la madurez y del oficio. La obra predecesora se resentía por el acartonado tono “cientista” propio del académico que era entonces el autor, aunque no llegaba a caer en la jerigonza pseudotécnica que arruinó a tantos estudiosos en esa etapa. No me parece que haya dejado de ser un demócrata cristiano, creo que más bien ha retomado la línea fundadora de esta ideología, antes de que se contamine de socialdemocracia y Teología de la Liberación. En una de sus oprobiosas sabatinas, con la falta de gracia y de originalidad que lo caracterizó, Correa llamó a Osvaldo Hurtado “cadáver insepulto”. Falso, con esta obra demuestra que no es cadáver insepulto ni un vivo con la cabeza enterrada en la arena. Por eso hemos tomado la frase de Corneille para titular este artículo, la cita completa es “Los muertos que usted mata tienen muy buena salud”. Hurtado disfruta de excelente salud, sobre todo de salud ética. (O)