El valor de ser prudente no se forja a través de la apariencia, es la manera de cómo nos comportamos, es reflexionar y conservar la calma en todo momento. La mayoría de nuestros desaciertos se producen cuando no sabemos tomar las decisiones adecuadas.

Saber tratar a las personas es la clave del éxito, si actuamos de forma precipitada, malhumorados o tenemos una percepción equivocada de la gente y de la realidad, seguro vamos a cometer errores.

Pensar antes de actuar, tener un razonamiento lógico de todo lo que vamos a hacer o decir, nos permite tomar decisiones correctas, así como planificar y ejecutar lo que nos proponemos en beneficio de las grandes mayorías.

¿Será tan difícil actuar con prudencia cuando se trata de la vida de un país y sus habitantes?

Cuando en política se acepta representar a un segmento de la población es responsabilidad del futuro dirigente medir sus capacidades de para qué es bueno, en qué puede ser útil, qué proyectos es capaz de ejecutar en función del país, antes de aceptar el reto. No se trata de buscar el acomodo personal o en qué puede sacar tajada.

Hay que recoger las experiencias del pasado para no cometer los mismos errores por ignorancia o capricho, pero tampoco se puede persistir en los mismos desaciertos y con la misma gente, que con autoritarismo, venganza y bajas pasiones seguían la obsesión del gobernante, por ser sus acólitos. Si las cosas ya no funcionan, si la corrupción ha tocado fondo, si los argumentos ya no sirven y la prudencia se pierde, la solución no es quedarse quieto, no hacer nada o proteger al más astuto; lo mejor es enfrentar el problema con gente capaz, con ética, moral y decencia para tomar la posta. Lo contrario es desperdiciar la capacidad de razonamiento que tiene el ser humano.

Rodrigo Contero Peñafiel, doctor, Quito