¿Qué deben pensar los hombres cuando una mujer rompe la barrera profesional llamada techo de cristal al ser designada candidata presidencial de uno de los partidos importantes?
¿Deben aplaudir los hombres la caída de una barrera más, lo que hace a nuestro mundo más justo y equitativo? ¿O deben temer que cuando una mujer gana, el hombre pierde? ¿Que pronto tendrán que renunciar a los gruñidos y a los partidos de fútbol para dedicarse a bajar el asiento de los excusados y hablar de sus “sentimientos”?
La Convención Nacional Demócrata de la semana pasada fue una celebración del cromosoma XX y la emancipación de la mujer. Hubo un momento escalofriante cuando Geraldine Emmett, “Jerry”, de 102 años de edad y nacida antes de que las mujeres pudieran votar en las elecciones federales, anunció los votos de Arizona en favor de Hillary Clinton. Y luego lloró.
Empero, a los estrategas demócratas les preocupa, con toda razón pienso yo, que el vertiginoso entusiasmo por el progreso de género desanime a los hombres. De por sí, Donald Trump tiene una enorme ventaja entre hombres blancos sin estudios universitarios y esa es la razón de que en general las encuestas estén tan cerradas.
Así que permítanme explicar que cuando las mujeres ganan, los hombres también ganan.
Haga a un lado sus sentimientos acerca de Hillary Clinton. Yo entiendo que muchos estadounidenses desconfían de ella aunque verían con buenos ojos a una mujer en la Casa Blanca, si fuera alguien más. Pero al margen de lo que piense de Clinton, su candidatura es un hito histórico y una lección de la historia es que cuando las mujeres avanzan, la humanidad en general avanza también.
Grant Miller de la Universidad de Stanford encontró que cuando los estados, uno tras otro, les concedieron a las mujeres el derecho a votar en elecciones locales en el siglo XIX y principios del XX, los políticos lucharon por allegarse el voto femenino y asignaron más fondos a la salud pública y a la atención infantil. El resultado fue que el índice de mortalidad infantil se redujo agudamente y se salvaron 20.000 vidas de niño al año.
Muchos de esos niños cuyas vidas se salvaron eran varones. Hoy, algunos de ellos siguen vivos y quizá sean ancianos molestos por el desfile de mujeres en el podio de Filadelfia. Pero deben de recordar que cuando las mujeres ganaron el poder en las casillas de votación, lo usaron para beneficiar tanto a los varones como a las niñas.
Otra área en la que la ruptura de las barreras profesionales por parte de las mujeres ha beneficiado a todos por igual es la policía. Amalia Miller, de la Universidad de Virginia, descubrió que en las zonas donde hay más mujeres policías, las mujeres en general tienden más a reportar casos de violencia doméstica, lo que evita que se intensifiquen.
Uno de los resultados es la disminución de las muertes por violencia intrafamiliar en esas ciudades, particularmente de hombres (de hombres que golpeaban a su esposa o a su novia). Así, la decisión visionaria de integrar mujeres en el cuerpo policiaco terminó salvándole la vida a los hombres retrógradas que golpean a las mujeres.
Esther Duflo, economista del MIT, me dice que la discriminación no solo daña a las víctimas directas, sino a toda la sociedad. Las investigaciones apuntan a que eso se debe en parte a que los grupos que toman las mejores decisiones no son aquellos cuyos miembros son los más inteligentes, sino más bien los más diversos en género y en otros sentidos. En un estudio de equipos de doce miembros de estudiantes que manejaban negocios, los equipos que estaban formados por puros hombres o por puras mujeres no se desempeñaron tan bien como los mixtos. La combinación óptima era de 55 por ciento de mujeres.
Las mujeres pueden mejorar la toma de decisiones porque frenan la tendencia masculina al exceso de confianza y a correr riesgos. Un estudio encontró que los hombres negocian acciones 45 por ciento más que las mujeres, lo que de hecho reduce sus ganancias en 2,7 por ciento al año.
Otros investigadores descubrieron que el volumen de testosterona en la saliva de los corredores financieros predice las ganancias del día, pues correr riesgos generalmente produce más ganancias. Pero cuando las cosas salen mal, el resultado es una caída espectacular. Yo he señalado que Lehman Brothers hubiera estado mejor con más mujeres ejecutivas, pero el arreglo óptimo no habría sido Lehman Sisters, sino más bien, Lehman Brothers and Sisters.
En un estudio de equipos de doce miembros de estudiantes que manejaban negocios, los equipos que estaban formados por puros hombres o por puras mujeres no se desempeñaron tan bien como los mixtos. La combinación óptima era de 55 por ciento de mujeres.
La educación superior es otra área en la que las mujeres han tenido notables avances a pesar de la hostilidad inicial por parte de los hombres.
“¿Qué son estas tonterías de admitir mujeres en Princeton?”, se preguntaba un exalumno de esa universidad en 1968. “Un buen burdel sería mucho más eficiente y considerablemente más barato”. Un libro de próxima aparición sobre la educación mixta, “Keep the Damned Women Out”, de Nancy Weiss Malkiel, señala que las primeras mujeres graduadas en Princeton eran motejadas de “bichos”.
Empero, darles a las mujeres su lugar como estudiantes y académicas elevó a la educación superior de Estados Unidos de una forma que benefició a casi todos. Y las mujeres no tardaron en demostrar que estaban lejos de ser frívolas: en 1975, apenas el tercer año en que Princeton tituló oficialmente a mujeres, las que ocuparon el primero y el segundo lugares fueron precisamente mujeres.
Los investigadores también han descubierto que los negocios propiedad de mujeres (y compañías en el extranjero con más mujeres en su junta directiva) despidieron a menos empleados durante la gran recesión que las empresas propiedad de hombres. Esto quizá haya perjudicado las ganancias de corto plazo, pero valió la pena para sostener la moral y conservar al talento. Algunos hombres chovinistas quizá se quejen de su jefa, pero esa jefa es la razón de que hayan conservado su empleo.
Así pues, a quienes les preocupa salir heridos por las astillas de las barreras rotas, yo les diría que no solo es inevitable que se rompan, no solo es cuestión de justicia, sino que también hay evidencias abrumadoras de que cuando las mujeres ganan poder y un asiento a la mesa, los hombres también salen beneficiados. Así que relájense y disfruten del festejo.
PD: En junio escribí sobre una increíble muchacha afgana, Sultana, que vivía en el corazón del territorio talibán y que en secreto aprendió por sí misma inglés, ciencias y matemáticas, pero que después le negaron la visa para estudiar en Estados Unidos. Bueno, pues ahora me complace anunciar que a Sultana finalmente le concedieron la visa y acaba de llegar a Estados Unidos.
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