Se tiene que ser seriamente friki para emocionarse cuando el Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés) da a conocer un nuevo montón de estadísticas. Bueno, yo soy un gran friki; como muy pocas otras personas que trabajan temas de políticas públicas, yo esperaba ansiosamente las tablas tributarias del IRS para el 2013, las cuales dio a conocer la semana pasada.
Y lo que muestran estas tablas es que las elecciones sí tienen consecuencias.
Se podría pensar que es algo obvio. Sin embargo, en la izquierda, en particular, hay algunas personas que, decepcionadas por los límites de lo que ha logrado el presidente Barack Obama, minimizan las diferencias entre los partidos. Quienquiera que sea el próximo presidente, aseveran –o, al menos, quienquiera que sea si no es Bernie Sanders–, las cosas seguirán bastante iguales, y los ricos seguirán dominando la escena. Y es cierto que si se esperaba que Obama presidiera una transformación completa del panorama político y económico de Estados Unidos, lo que ha conseguido realmente puede parecer una desilusión enorme.
Sin embargo, la verdad es que la elección de Obama en el 2008 y su reelección en el 2012 tuvieron consecuencias reales y cuantificables, lo cual me trae a esas tablas del IRS.
Una de las consecuencias importantes de las elecciones del 2012 fue que Obama pudo llevar a cabo el aumento significativo en los impuestos a los altos ingresos. En parte, ello se consiguió dejando que venciera la reducción fiscal que hizo Bush al extremo más alto; también hubo impuestos nuevos a los ingresos elevados que se aprobaron junto con la Ley de atención asequible, también conocida como Obamacare.
Si Mitt Romney hubiera ganado, podemos estar seguros de que los republicanos habrían encontrado una forma de evitar estas alzas a los impuestos. Y ahora podemos ver lo que pasó porque no ganó. Según las nuevas tablas, la tasa promedio del impuesto sobre el ingreso para 99 por ciento de los estadounidenses apenas si cambió del 2012 al 2013, pero la tasa fiscal para el uno por ciento de hasta arriba se incrementó en más de cuatro puntos porcentuales. El aumento en los impuestos fue todavía mayor para los ingresos muy elevados: 6,5 puntos porcentuales para el 0,01 por ciento de más arriba.
Estas cifras no son suficientes para tener el panorama completo de los impuestos hasta arriba, lo cual requiere tomar en consideración otros impuestos, en especial los que son sobre las ganancias corporativas que afectan indirectamente al ingreso de los accionistas. Sin embargo, las cifras disponibles coinciden con las proyecciones de la Oficina del Presupuesto Congresal sobre los efectos de los incrementos tributarios en el 2013 –mismas que establecían que la tasa fiscal federal efectiva sobre el uno por ciento aumentaría a aproximadamente el nivel que tenía antes de Reagan–. No, de verdad: en el caso de los altos ingresos, Obama no solo ha echado para atrás los recortes fiscales de Bush, sino también los de Ronald Reagan.
El punto, claro, no era castigar a los ricos, sino recaudar dinero para prioridades progresistas, y si bien el aumento fiscal del 2013 no fue gigantesco, sí fue significativo. Estas tasas más elevadas al uno por ciento corresponden a ingresos por alrededor de 70.000 millones de dólares al año. Esto resulta estar en el mismo rango estimado que los vales de despensa y los cálculos de la oficina del presupuesto para el desembolso del Obamacare para este año. Así es que no estamos hablando de algo trivial.
Hablando del Obamacare, esa es otra cosa que los republicanos habrían eliminado si las cosas en el 2012 hubieran salido en la dirección contraria. En cambio, el programa entró en vigor a principios del 2014. Y el efecto sobre la atención de la salud ha sido enorme: de acuerdo con estimaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la cantidad de estadounidenses no asegurados cayó 17 millones entre el 2012 y la primera mitad del 2015, y lo más seguro es que se den mayores descensos en el futuro.
Así es que las elecciones del 2012 tuvieron consecuencias importantes. Estados Unidos se vería diferente hoy si las cosas hubieran ido en el otro sentido.
Ahora, para ser justos, algunas de las consecuencias pronosticadas ampliamente sobre la reelección de Obama –lo cual hicieron sus oponentes– no sucedieron. Los precios de la gasolina no subieron excesivamente. No se hundieron las acciones. No se colapsó la economía; de hecho, la economía estadounidense ha agregado más del doble de los empleos en el sector privado con Obama de los que tenía en el mismo periodo de la presidencia de George W. Bush, y la tasa de desempleo está un punto porcentual completo por debajo de la que prometió Romney alcanzar a finales del 2016.
En otras palabras, las elecciones del 2012 no solo permitieron que los progresistas alcanzaran algunos objetivos importantes. También les dio una oportunidad de mostrar que alcanzar estos objetivos es factible. No, pedirles a los ricos que paguen un poco más de impuestos mientras ayudan a los menos afortunados no va a destruir a la economía.
Así es que ahora nos dirigimos a otras elecciones presidenciales. Y una vez más lo que está en juego es mucho. A quienquiera que elijan los republicanos como su candidato, estará comprometido a destruir el Obamacare y recortar los impuestos de los ricos –de hecho, los planes actuales para reducir impuestos que tiene el Partido Republicano hacen que los que hizo Bush parezcan exiguos–. A quienquiera que escojan los demócratas estará comprometido, antes que nada, a defender los logros de los últimos siete años.
La conclusión es que las elecciones presidenciales importan, mucho, aun si la gente en la boleta no es tan fiera como a uno le podría gustar. No permitan que nadie les diga otra cosa.
© 2016 New York Times
News Service. (O)
Las elecciones del 2012 no solo permitieron que los progresistas alcanzaran algunos objetivos importantes. También les dio una oportunidad de mostrar que alcanzar estos objetivos es factible.