¿Qué tal si existiera un remedio que pudiera salvar más vidas de niños en el mundo en desarrollo que las reclamadas por la malaria y el sida combinados?

¿Una sustancia milagrosa que reduce infecciones de oído mientras, a todas luces, eleva los resultados en pruebas de coeficiente intelectual por varios puntos? ¿Disponible incluso en las aldeas más remotas, sin que requiera electricidad o refrigeración? Ah, y mientras seguimos soñando, hagamos que sea gratis.

Esta sustancia milagrosa ya existe. Es la leche materna.

Estimados actuales con respaldo de la Organización Mundial de la Salud y Unicef dicen que el amamantamiento óptimo salvaría las vidas de 800.000 niños al año en países en desarrollo. Eso equivaldría a un descenso del 12 por ciento en la mortandad infantil, lo cual es un enorme progreso.

Estoy en mi travesía anual ‘gane un viaje’, en la cual llevo conmigo a un estudiante al mundo en desarrollo para que vea temas olvidados. El estudiante, Austin Meyer, de la Universidad de Stanford, y yo hemos estado informando en India, donde mueren anualmente 1,2 millones de niños menores de 5 años, y donde los nutriólogos dicen que prácticas mejores en el amamantamiento pudieran salvar a muchos.

La alimentación exclusivamente con leche materna durante seis meses, como lo recomienda con firmeza la Organización Mundial de Salud, es practicada por apenas el 46 por ciento de las mujeres en India, 17 por ciento en Nigeria y 10 por ciento en Yemen, con base en el más reciente Informe Global de Nutrición. (En Estados Unidos, la cifra ronda por el 22 por ciento, con base en los Centros de Control y Prevención de Enfermedades).

Permítanme aclarar esto desde el principio: para los hombres resulta incómodo elogiar el amamantamiento, y corremos el riesgo de sonar condescendientes porque nosotros no somos los que hacemos el trabajo.

Además, esto: a veces, la promoción de la lactancia conlleva una infortunada nota de reproche para mujeres que no pueden dar pecho u optan por no hacerlo, y eso es contraproducente. En Estados Unidos, hay tensión respecto de estos temas; un ensayo en el Times dominical advertía que las campañas de promoción pueden degenerar en avergonzar a las mujeres. Esa es una precaución justa.

En cualquier caso, donde esto es una cuestión de vida o muerte no es en Occidente, sino en países en desarrollo, donde el agua a menudo está contaminada y la mortandad infantil es alta.

Los infantes que no son amamantados tienen probabilidades catorce veces mayores de morir que aquellos a los que se da el pecho exclusivamente, con base en una importante meta estudio que acaba de ser publicado por Acta pediátrica, revista de pediatría.

Aquí en el norte de India, Austin y yo conocemos a una madre, Maher Bano, cuya hija había nacido en casa apenas unas horas antes. La bebé presentaba bajo peso y estaba en peligro de morir. La mejor medicina en este contexto es la leche materna: estudios de India, Nepal y Ghana muestran que la rápida alimentación con leche materna reduce en 44 por ciento la mortandad neonatal.

Sin embargo, Maher Bano dijo que durante las primeras 24 horas al bebé se le daría solo té con miel.

“Le daré el pecho al bebé mañana, o pasado mañana”, dijo, explicando que ella estaba siguiendo los consejos del auxiliar tradicional para partos que la había ayudado a dar a luz al bebé y cortar el cordón. Esto es común: en todo el mundo, solo el 43 por ciento de los bebés es amamantado a la hora de haber nacido, como lo recomienda la Organización Mundial de Salud.

Una de las razones para la demora es la sospecha del calostro, la primera lecha amarillenta, que no parece leche materna del todo, pero está repleta de nutrientes y anticuerpos; a veces se le conoce como la “primera inmunización”.

Otro gran desafío: en países cálidos, con frecuencia los pobladores también dan agua a los infantes en días calurosos, o les empiezan a dar comida sólida antes de los seis meses. El agua desplaza la leche como también está contaminada frecuentemente. (La leche materna, por contraste, es segura incluso cuando mamá bebe agua contaminada).

Empresas occidentales también son responsables. Fabricantes de fórmula infantil enfrentan un crecimiento estancado en países occidentales, así que van agresivamente en pos de países más pobres. Un grupo de investigadores descubrió que el 85 por ciento de las madres recién dadas de alta en Nom Pen, Camboya, había visto publicidad de fórmula infantil.

Algunos también creen que el entretenimiento occidental ha sexualizado el pecho en formas que reducen la lactancia.

Si bien los beneficios más claros de la lactancia se relacionan con salvar vidas, existe también cierta evidencia de otros progresos de salud y cognitivos. En Bielorrusia, los hijos de mujeres asignadas al azar a la promoción de amamantamiento exclusivamente obtuvieron seis puntos más en pruebas de coeficiente intelectual que los sujetos de control.

Unos pocos estudios no han encontrado vínculo alguno con una capacidad cognitiva, pero la mayoría sí lo ha hecho. En general, una nueva revisión de 17 estudios arrojó una ganancia neta de tres puntos en el CI para niños que habían sido amamantados.

En parte, expertos mundiales en salud se centran en la lactancia debido a que los esfuerzos por apoyar a las mamás en esta área rinden frutos asombrosamente buenos. Un sondeo reciente por parte de Acta pediátrica de 130 estimados arrojó que la promoción de la lactancia incrementaba en promedio que las mujeres dieran pecho exclusivamente por un asombroso 44 por ciento.

Esta travesía de ‘gane un viaje’ es una oportunidad para poner de relieve elegantes soluciones para problemas globales. A veces las soluciones son de una deslumbrante alta tecnología, pero casi nada podría salvar las vidas de tantos niños cada año como el propio milagro de la naturaleza: la leche materna.

Algunos también creen que el entretenimiento occidental ha sexualizado el pecho en formas que reducen la lactancia.

© 2015 New York Times News Service. (O)