Como suele suceder, ya que pedí que me den su opinión, varias personas que leyeron mi artículo ‘¿Soy, somos ríspidos?’, publicado por EL UNIVERSO el 12 de marzo del 2014, se animaron a remitirme mensajes expresando afirmaciones y criterios, contestando esa pregunta.
He aquí algunas muestras:
Confieso, ante Dios y ante la Patria que, a veces, puedo serlo.
Sí me ha tocado algunas veces, mejor dicho, varias veces ser ríspida con las personas que me rodean, medito un poco y trato de corregirme porque no me gustaría que me trataran así. Pido a Dios que me ayude a no ser así, y cuando lo hago me arrepiento y me olvido, trato de mejorar. Todos debemos mejorar.
Somos nosotros mismos los que nos debemos dar cuenta de lo que nos pasa, casa interior analizar las causas que la originaron; y, de las flaquezas alimentar el espíritu que sanará nuestro cuerpo. Si se trata del prójimo, normalmente no aceptan los consejos, son infalibles, siempre tienen la razón, se encierran en su torpeza y provocan malestar en su entorno. Conozcámonos a nosotros mismos, para cuando queramos cambiar al prójimo, seamos ejemplo de vida.
En realidad, no es muy fácil encontrar el equilibrio y la mesura en nuestras expresiones, pero es imperativo lograrlo, incluso en personas comunes como yo, con más razón tratándose de gobernantes de países, ¿verdad?
Generalmente perdemos nuestra paciencia y actuamos con cierta agresividad cuando percibimos la falta de ética, el incumplimiento de las leyes, la falta de dignidad, la ausencia de sentido común de las personas que buscan su conveniencia sin importar a quien puedan afectar.
En la opinión las personas que viven en países como el nuestro, que llevan una vida apegada a la ética, las buenas costumbres, cumplidoras de las leyes, cultas y educadas deben sufrir mucho.
Estoy reflexionando las causas de mi “rispidez”. ¿Será ese el adjetivo?
No es fácil pedir disculpas cuando se ha ofendido, lo sé; pero, ¡qué alivio que se siente!
Ojalá este artículo ponga las barbas en remojo a más de uno, incluyéndome, porque todos en algún momento no nos damos cuenta de que somos ríspidos.
Para no ser ríspidos debemos tener paciencia y tolerancia, aunque en muchos de los casos nos resulte un poco difícil. Hay que reflexionar y comprender a los demás.
Buen ejemplo de discernimiento y de preguntas muy concretas para un examen de vida en tiempo de Cuaresma, de experiencia del Dios Salvador y de una llamada continua a la misericordia.
Ojalá nos convirtamos en seres humanos menos injustos con las demás personas.
Hasta aquí alcanza el espacio.
¡Qué tal! ¿No le parece a usted que con lo expresado tenemos una buena cosecha de opiniones positivas y que esta minga de aportes ciudadanos sirve para reflexionar y hacer reflexionar, procurando convertirnos en mejores personas?
¿Vale la pena preguntarnos: soy, somos ríspidos? ¿Sería tan amable en darme su opinión?