En su último libro Bonil agradece a su espejo por brindarle el mayor número de temas para reír, una indicación de la importancia que tiene para él saber reírse de sí mismo, pero también una manera de expresar opiniones sobre asuntos de actualidad. La caricatura es una opinión, eso no se debe olvidar, por eso siempre aparece en las páginas editoriales de los periódicos y no en la de noticias sobre asuntos corrientes. Por eso, es vecino mío cada domingo, algo que aprecio como compañía. Tampoco aparece en la sección de tiras cómicas, junto a Condorito o Mafalda, pues ellos si bien tienen en común buscar hacer sonreír, no tienen que ver con asuntos coyunturales, buscan el humor por sí mismo, que por cierto Bonil lo hace también, por ejemplo, en su libro Bonil Cartoons.
Si la caricatura reflejara solamente la imagen, a lo Narciso, ese personaje de la mitología griega, que al verse reflejado en el agua de un arroyo quedó tan prendado de su imagen que nunca pudo separarse de ella, sería trágica, no humorística. Como expresa el cantante brasileño Caetano Veloso en su canción Sampa: “Lo que Narciso halla feo es aquello que no es su imagen reflejada en el espejo”.
Me imagino que cuando Bonil expresa la importancia del espejo, no se refiere al instinto de Narciso de mirarse para agrandar su ego, que no mira a los costados o aquello que tiene de malo. Busca, al contrario, construir una imagen que insinúa, cuestiona, pregunta sobre una realidad concreta, que mira a los lados, incluyendo aquello que desde su opinión no es justo o correcto. Es más, esta idea del espejo es un símil afortunado, pues sugiere que el autor no se toma en serio lo que la imagen refleja; pero al mismo tiempo marca una diferencia, difiere del reflejo en el espejo de manera importante, en el sentido de que este requiere la presencia del sujeto reflejado, mientras que la caricatura implica una relectura de esa realidad, una forma de entenderla y de reflejarla, por medio de trazos simples y acotados, que en conjunto reflejan personajes, hechos, movimiento y que producen reflexión. En ese sentido construyen opinión.
También, por cierto, la caricatura es diferente a la fotografía, pues si bien las dos implican ausencia de la persona o hecho reflejado, una vez que deja de mirarse al espejo, la fotografía es imagen fiel del hecho pasado, muchas veces preparada por el fotógrafo para transmitir también su visión sobre el hecho; la caricatura es reconstrucción de esa imagen, reducida por medio de hábiles trazos, a la esencia de lo que su autor busca transmitir. He visto con admiración a Bonil hacerlo y me impresiona la forma que tiene de sintetizar un hecho, que al mismo tiempo transmite alegría o humor, algunas veces, no siempre, cáustica.
Enjuiciar la opinión de las personas es un mal signo, sea cuando se expresa en un escrito, sea cuando lo hace en un dibujo. Termina reflejándonos, no como caricatura, sino como tragedia. Qué pena sería para todos que el Estado prosiga en este sendero. Por el contrario, debemos mirarnos también nosotros en el espejo, para encontrar formas de reír…