EE. UU.
Supongamos que el presidente Barack Obama anunciara:
“A menos que los republicanos accedan a mi propuesta para el control de armas, utilizaré mi autoridad como comandante en jefe para barrenar un portaaviones al fondo del océano cada semana.
“Invito a los dirigentes republicanos a la Casa Blanca para negociar un acuerdo para preservar nuestro poderío militar. Espero que los republicanos trabajen conmigo para evitar la pérdida de nuestra flotilla de portaaviones.
“Si los republicanos se niegan a negociar, me veré obligado a empezar por barrenar al USS George Washington en la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico, con 80 aviones a bordo”.
En esa situación, todos estaríamos de acuerdo en que Obama había enloquecido. Cualesquiera que sean sus broncas con los republicanos, sería una traición imperdonable tratar de salirse con la suya destruyendo los activos nacionales. Ello sería un abuso de poder y el peor tipo de chantaje.
Y en ese tipo de situación, esperaría que nosotros, como periodistas, no describiéramos el furor resultante como “un callejón político sin salida” o “una paralización partidista”. Espero que no nos conformáramos con citar a políticos de cada lado que se culpan unos a otros. Sería apropiado señalar lo obvio: nuestro presidente se pasó de la raya y estaba poniendo en peligro a la nación.
Hoy, tenemos una situación parecida, excepto porque se trata de una banda de republicanos extremistas en la Cámara de Representantes los que sabotean deliberadamente a la economía de Estados Unidos y dañan a nuestra seguridad nacional, todo con la esperanza de obtener ventajas en problemas no relacionados.
Que los republicanos en la Cámara hayan cerrado a la administración ya ha costado por lo menos 1.200 millones de dólares, y la cuenta aumenta 300 millones de dólares diarios. Algunas estimaciones son mucho más elevadas.
Los cierres en 1995 y 1996 le costaron al país 2.100 millones de dólares a valores actuales y es probable que el que está en curso termine costando miles de millones de dólares, un costo que los republicanos en la Cámara de Representantes han impuesto a cada ciudadano; así como a todos los miembros del Congreso.
El cierre de la administración y el riesgo de la moratoria también debilitan el poderío de Estados Unidos en todo el mundo. No se trata solo de haber licenciado al 72% de la fuerza de trabajo civil de la comunidad de inteligencia. No es simplemente que “el peligro en la seguridad aumentará” a diario, según James R. Clapper Jr., director de inteligencia nacional.
Ni tampoco se trata solo de que ahora una grabación contesta el teléfono de la Casa Blanca para decir que se vuelva a llamar cuando esté funcionando otra vez la administración. No es simplemente que varios países hayan emitido consejos para los viajeros sobre su visita a Estados Unidos. No es solo que se burlen de nosotros en todo el mundo, como lo que publicó el diario francés Le Monde: “¡Despierta, Jefferson!
¡Se volvieron locos!
Más bien, es que el poderío y la influencia de Estados Unidos se derivan, en parte, del éxito de nuestro modelo político y económico. Ahora somos un país menoscabado porque los republicanos en la Cámara de Representantes cerraron la administración y nos dejaron tambaleando en el abismo del incumplimiento. Tenemos menos influencia. Tenemos menos poderío, con tanta certeza como si tuviéramos menos portaaviones.
Algunos estadounidenses piensan que esta crisis refleja la típica riña partidista. No. Los demócratas y republicanos siempre han tenido discrepancias, a veces feroces, sobre qué política económica es mejor, pero, en el pasado, no era normal que ninguno saboteara a la economía como una táctica de negociación.
En un hogar, el marido y la esposa tienen un desacuerdo apasionado sobre situaciones donde hay mucho en juego, como la forma de criar a los hijos. Sin embargo, la gente normal no anuncia que, si el otro cónyuge no cede, harán añicos todos los vidrios de las ventanas de la casa.
Los republicanos de línea dura en la Cámara de Representantes parecen pensar que su habilidad para infligir dolor a 800.000 empleados federales al licenciarlos sin goce de sueldo les dan una moneda de cambio. Pareciera que ellos creen que su posición en la negociación se está fortaleciendo cuando demuestran que pueden destrozar la gobernabilidad estadounidense.
Aumenta lo que está en juego conforme nos acercamos al límite de la deuda y el riesgo de incumplimiento sobre el cual nota el Departamento del Tesoro que podría tener un impacto como el de la crisis financiera del 2008 y “tiene el potencial de ser catastrófico”.
Por increíble que parezca, la línea dura republicana ve a esta catástrofe potencial como una fuente de poder para la negociación en un juego de extorsión: no queremos que nada le pase a esta increíble economía estadounidense conforme nos acercamos al límite de la deuda, así es que sería mejor que cumplan con nuestras demandas.
Simplemente citar que cada lado se culpa el uno al otro en esta situación, significa enviar una señal falsa cuando nosotros los periodistas cubrimos la crisis. Se trata de una equivalencia falsa.
La última vez que los republicanos en la Cámara de Representantes jugaron a la política con este límite de endeudamiento, en el 2011, Standard & Poor bajó la calificación crediticia de Estados Unidos. A largo plazo, eso puede significar pagos de la deuda más altos y mayores impuestos.
Mi ejemplo inicial de un presidente que barrena los buques de la Marina es ridículo. Nadie haría eso. Sin embargo, si incumplimos a causa de los republicanos extremistas en la Cámara de Representantes, el costo para nuestra economía y nuestra seguridad nacional podría ser muchísimo más alto que la pérdida de unos cuantos portaaviones.
© 2013 New York Times
News Service.
Ahora somos un país menoscabado porque los republicanos en la Cámara de Representantes cerraron la administración y nos dejaron tambaleando en el abismo del incumplimiento. Tenemos menos influencia. Tenemos menos poderío, con tanta certeza como si tuviéramos menos portaaviones.