Porque consideraba su celda ‘denigrante’, porque sufría ‘depresión severa’, porque la luz del calabozo lo quemaba, porque temía que lo trasladaran a otro reclusorio y porque padecía una supuesta diabetes, cirrosis hepática e hipertensión arterial. En un lapso de siete años, desde 2016, el fallecido cabecilla de la banda narcodelictiva Los Choneros, Júnior Roldán Paredes, solicitó cinco habeas corpus, una medida a la que se acogen los reclusos en busca de beneficios penitenciarios y que, en su caso, se aprobó en dos ocasiones.