El silbido de las aves que se ocultan entre el mangle que resguarda a la isla Santay, anclada entre Guayaquil y Durán, se escucha a medida que uno se acerca al sendero que lleva hacia la ecoaldea. Para descubrir la riqueza animal y vegetal de este sitio solo basta con pisar la orilla al cruzar el puente basculante que tiene acceso por la calle El Oro.