La vida de Alfredo Goya es un amorfino perfecto. Al fin y al cabo es el Rey del Amorfino. Un poeta popular que solo estudió dos años en primaria, el resto lo aprendió caminando por la vida. Desde hace 18 años vive atrás del cementerio, donde trabajó de administrador, pero hacía de jardinero, guardián, panteonero y hasta despedía a los difuntos con sus versos.