Hace una semana, las erupciones que tuvo en brazos y abdomen por la picada de mosquitos finalmente se desvanecieron. A Gloria Guerra, a mediados de diciembre de 2024, los zancudos le dejaron grandes ronchas y ampollas pequeñas.
Esto, asegura, es una escena que se repite todos los años con la llegada de la época de lluvias a Guayaquil y que se intensifica en el norte de la urbe.
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La moradora de la ciudadela Valle de los Geranios, en el norte de la ciudad, acostumbraba —hasta antes de la llegada de las primeras lluvias en diciembre— a salir de su vivienda y conversar con vecinos luego del trabajo, cerca de las 18:00.
Ahora ya no puede hacerlo, ya que su casa queda al pie de una zanja que hay en ese sector, por lo que, con las lluvias, es recurrente la presencia de mosquitos y demás insectos.
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“Aquí vivimos y convivimos con una zanja que tiene años de años. Con las lluvias el monte crece y se acumula un poco más de agua de lo normal, y ahí aparecen los mosquitos, que nos dejan ronchas enormes”, manifiesta la moradora.
Para su casa adquirió pastillas que eliminen los zancudos; asimismo, compró repelente para evitar picadas.
Ella no es la única de ese sector que lidia con la presencia de mosquitos. Matilde León, por ejemplo, ha optado por colocar palo santo en diferentes partes de la casa y encenderlo pasadas las 17:00.
Según la vecina, cuando hay lluvias intensas, se forman pozas en las que luego se hacen criaderos de mosquitos. Esto, sumado al crecimiento de la maleza que hay alrededor de la zanja que divide la ciudadela, incrementa la presencia de los insectos y de roedores.
“Pareciera que los moscos tienen horario, pero es algo insoportable después de las 17:00 o 18:00; ahí es cuando salen unos mosquitos chiquitos que les decimos ‘arenillas’ y que pican durísimo. Los niños viven con ronchas y erupciones que dejan manchas”, dice.
Las viviendas que quedan a orillas de la zanja son las más afectadas por la proliferación de mosquitos. Esto a pesar de que hasta ese sector sí han llegado brigadas de fumigación y desratización en los últimos meses, indican vecinos.
Luis Lara dice que, regularmente, hay grupos que se organizan y solicitan las jornadas de fumigación y desratización en la zona. “Es algo invivible. A veces no alcanza solo con la fumigación que hacen por fuera: uno debe ver cómo hace todo dentro de casa”, afirma.
En su casa, él ha optado por cambiar los focos a unidades de luz amarilla y usar ropa con manga larga durante la noche.
En Mucho Lote, cerca de la escuela República del Perú, se replica este problema.
Una zanja que está sobre la calle Gustavo Cornejo Maldonado acumula agua, basura y es espacio para el criadero de mosquitos. Este canal, prácticamente, separa a Mucho Lote de Bastión Popular.
Un vecino del primer sector indica que, constantemente, hay fuga de agua, por lo que la acumulación de líquido se observa de forma recurrente.
Con las lluvias, además, se ha incrementado la maleza en diferentes sectores.
“La lluvia hace que todo colapse; eso no lo podemos controlar, pero algo creo que se puede hacer con fumigación o multando a la gente que bota basura en ese canal, que se necesita que esté limpio”, cita.
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Otra problemática, dicen vecinos tanto en Mucho Lote como en Bastión Popular, es que en varias viviendas no se han desarmado desde diciembre las piscinas, y eso atrae zancudos.
“Hay piscinas en patios o que se ven unas pequeñitas. Esas están vacías y luego, cuando llueve, se llenan y atraen a los mosquitos”, señala un morador de Bastión Popular.
En este sector, dice Dora Vinces, hay diferentes puntos en los que se espera a las tricimotos y en donde se forman grandes pozas con las lluvias.
“Con estas lluvias queremos un poquito más de fumigación para mermar en algo los mosquitos”, menciona Vinces.
El cabildo, de forma regular, realiza jornadas de desratización y fumigación. En noviembre de 2024 intervino El Fortín y en este año se han desplegado brigadas en zonas del norte, Suburbio, entre otras. (I)