Se reúnen en las esquinas, a mitad de las calles, debajo o cerca de puentes, en parques, en canchas, en callejones, en espacios donde hay restos de basura, a orillas de los esteros. Todo lugar es aprovechado por ellos y sirve para intercambiar, comprar y consumir drogas. No importa si es de día o de noche, si hay cámaras de videovigilancia en la zona, si hay rondas policiales, si el espacio es público, si circulan familias con niños, afirman sus habitantes.