Enseñar a respetar a todos, a reconocer un acoso que podría pasar desapercibido o ser naturalizado por una “cultura machista en la que vivimos”, y que todos (incluidas entidades privadas y públicas) trabajen en mejorar la educación y la formación son parte de los retos inmediatos que tiene la sociedad ecuatoriana para evitar la violencia de género que se repite en cualquier escenario y circunstancia, cuentan psicólogas y educadoras.

Un guardia que le lanzaba besos y le decía “mamacita” y otras palabras a una joven y que creía que aquello no era faltarle el respeto, porque era “algo normal”, de “un caballero”; así como expresiones con connotación sexual, de doble sentido, y otras que se escuchan a diario en espacios públicos y privados, en letras de canciones, en programas (en internet e incluso en medios de comunicación), en espectáculos y más acciones han vuelto a generar el debate sobre la agresión (de cualquier tipo) y la violencia de género que se vive.

Y aquel debate se intensificó en redes sociales, donde han surgido además temas como el acoso que viven las mujeres cuando, por ejemplo, van a solicitar trabajo.

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El guardia que debía brindarle seguridad en la Metrovía la acosaba lanzándole besos y llamándola mamacita. ‘Pensó que ahí quedaba como otras veces’

Unos ciudadanos hablan de que se estaría exagerando, porque “un halago no hace daño”, como el decir “preciosa”, “guapa”, “estás buena”… Y también hay hombres y mujeres que han manifestado que aquellas expresiones son parte de bromas, de confianza entre amigos, y de estilos o formatos que se ven en la sociedad y que son llevados o expuestos en programas de diversas plataformas o medios.

“¿Cuándo hay violencia?, cuando hay un ejercicio de poder. Existe… No es que ahora todo es violencia, es que ahora identificamos cuándo hay un ejercicio de poder de uno sobre otro, y eso es violencia, la simetría de poder”, expone Zoraya Bohórquez, psicóloga clínica, del Centro Psicoforense ZB.

Ella comenta que estos mal llamados piropos, que terminan siendo acoso por la falta de respeto, y estas expresiones que vulneran a la mujer, se han “normalizado”, porque se ha nacido y se está inmerso en esta cultura que cree que tiene un poder sobre la mujer.

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“¿Por qué los hombres creen que tienen el derecho de decirle esto (palabras o frases) a las mujeres? Y si una mujer responde, por ejemplo, con un insulto, con un golpe a un hombre en la calle, ¿a qué se expone?, a que todo el mundo la critique, la cuestione, le diga que está loca. Ni siquiera tiene el derecho de defenderse, porque ya la cuestionan, porque (…) consideran normal que las mujeres estemos en esa posición de sumisión, de posesión del otro género”, cuenta Bohórquez.

Hay que mejorar la educación desde la familia, desde que el hombre y la mujer son niños, dice la psicóloga Lorena Cuadrado, máster en Terapia Familiar y directora del Departamento de Orientación de la UEES.

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“Tanto para niñas y niños hay que guiarlos, hablarles del respeto mutuo que se debe tener, del respeto hacia sí mismo, y de esa manera se podría evitar, ya cuando el ser humano va creciendo, este tipo de prácticas y de tratos que finalmente pueden terminar con muchas afectaciones psíquicas, (...) un acoso, el abuso, violaciones, y que lógicamente en la víctima puede incurrir en una depresión mayor, incluso con ideación y acto suicida”, explica Cuadrado.

Cuándo una expresión verbal dicha en la calle hacia una mujer puede ser invasiva y llevar a una sanción

Y agrega que es importante la comunicación y los ejemplos que exponen los padres hacia los hijos, ya que si en la familia hay irrespeto entre sus integrantes o se escuchan frases ofensivas (de connotación sexual y otras), la persona después no va a poder identificar que aquello es perjudicial y nocivo, y ahí es cuando se “normalizan estas prácticas”.

Por ello, afirma, hay que enseñarles desde la casa qué no le pueden decir, qué no deben permitir; que deben tener respeto hacia sí mismos; que no pueden confundir un elogio con palabras o comentarios que hablan, por ejemplo, de qué se le ve con determinada ropa a una mujer, etc.

Agrega que la mujer e incluso los padres deben reaccionar cuando se le dice una palabra o frase ofensiva a una niña, a una adolescente, porque muchos padres se quedan callados y con ello demuestran cierta permisividad por parte de la otra persona. Esto hace que la mujer se quede con el mensaje de que, si la agreden o la insultan, hay que quedarse tranquila.

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Las mujeres son las más vulnerables al acoso y a la violencia, en especial en la calle. Foto: Ronald Cedeño

Julia Regalado Vargas, psicóloga educativa y directora de Escuela para Padres de RVL Consultores y Auditores, también destaca, al igual que Bohórquez y Cuadrado, que es necesario formar en prevención de conductas, y que esto viene desde el hogar, más cuando estamos en un país machista donde para cambiar una cultura se requiere de un proceso de al menos 20 años, según la teoría y estudios existentes.

Sostiene que hay que inculcar y formar en cultura de inclusión, de género, que esté libre de violencia. Y que aquello deben hacerlo todos en la sociedad, partiendo desde el hogar, así como en el sistema educativo, en trabajos y empresas, y en medios o espacios de comunicación y de entretenimiento, ya que estos últimos, asegura, informan, enseñan y también forman aun cuando impliquen diversión. Y ellos son, además, los llamados a promover los cambios culturales, a romper estereotipos de género.

‘Nosotros hacemos un show para entretener al público’, afirma periodista deportiva; asegura no haber sido acosada como se dijo en redes sociales

Comenta que el ser humano está aprendiendo en todo momento y lo hace con los sentidos y también con la comunicación que le llega, ya sea visual, auditiva…

“Debemos reconocer, concienciar que estamos en un proceso de cambio. Las conductas de acoso, sea verbal, insinuaciones; las malas palabras, el doble sentido, todo eso está ‘normalizado’, y nosotros tenemos que empezar a cambiar aquello. Estamos en una etapa de transformación, de cambio, lo cual toma su tiempo para dejar que esta sociedad se despoje de esa cultura machista”, expone Regalado.

Las tres expertas consultadas por este Diario coinciden en que las mujeres y la sociedad como tal no deben justificar las acciones, expresiones o actitudes que tienen o dicen los hombres hacia ellas, porque además de no permitir que estos asuman su responsabilidad e identifiquen que es incorrecto, se perpetúa la violencia de género, ya que se siguen manteniendo las mismas conductas.

Bohórquez y Regalado agregan que el acoso y la violencia hacia la mujer están en cualquier lugar, que no es exclusivo de los barrios, de determinadas vecindades o solo de sectores periféricos. Y que mucho menos este tipo de actos y conductas puede llevarse o replicarse en espacios o medios que consumen los ciudadanos.

“(La cultura del acoso, la violencia) no dependen del sector donde vive la persona, porque si fuese así no tuviéramos gente en el barrio de la tolerancia (por ejemplo) que ha llegado a ser profesional, culta, educada...”, agrega Regalado.

Consejos para los padres y para una vida libre de violencia

  • Enseñarles desde sus primeros años, a hombres y mujeres, a vivir en una cultura de respeto hacia ellos y hacia los demás.
  • Enseñarles también desde el hogar que tanto hombres como mujeres deben vivir libre de violencia.
  • Romper estereotipos o creencias sobre los roles que pueden hacer o ejercer una mujer y un hombre.
  • Decirles con palabras sencillas y claras qué frases, que violenten, incomoden o afecten su integridad y condición, no les pueden decir. Ejemplos: no es normal que a las mujeres les digan “mamacita”, “qué ricas estás”, “qué cuerpazo que tiene”, “qué piernas”, “estás buena” y otras con doble sentido y ofensivas.
  • No quedarse callados cuando los padres o familiares escuchan frases o palabras que ofenden a la niña, adolescente, joven o mujer.
  • Dar el ejemplo en casa.
  • Explicar y hablarles sobre los diferentes tipos de acoso (sexual, laboral y otros) y de violencia hacia la mujer y la familia.
  • Enseñarles a identificar situaciones de peligro o que están incorrectas cuando se relacionen con otras personas.
  • No justificar ni minimizar las expresiones o frases que les dicen a las mujeres, ya sea por su físico o apariencia, por su sexualidad, por su forma de vestir, entre otras. (I)