Julio salió de Guayaquil hace casi cuatro meses, le tomó 20 días llegar a la frontera entre México y Estados Unidos y cruzar a territorio americano.
El migrante, que fue deportado este jueves, 15 de agosto, cuenta que él no se entregó a Migración, como hacen muchos para pedir asilo, sino que fue detenido cuando trataba de llegar a un pueblo de Texas.
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Lo trasladaron al centro de detención de migrantes ubicado en Río Grande, donde estuvo tres meses hasta que la mañana de este jueves lo sacaron y lo embarcaron con otros 90 ecuatorianos de regreso al país. En el vuelo había hombres, mujeres y niños.
“Tienes una cama y hasta aire acondicionado hay en el centro de detención y sí te dan comida tres veces al día: el desayuno es a las 05:00, el almuerzo a las 11:00 y la merienda a las 18:00, pero con el pasar de los días se pierde la noción del tiempo y te desesperas porque vas quedando y no hay respuesta”, relata Julio y pregunta “qué fecha es hoy”, y hace los cálculos de cuántos días estuvo preso.
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El migrante también sostiene que para algunos el trámite de asilo es positivo y les dan el permiso para quedarse y seguir adelante con la solicitud mientras se vive temporalmente en territorio americano, pero señala que en la actualidad este asilo se otorga principalmente a personas perseguidas por asuntos políticos o religiosos.
Un promedio de 42 ecuatorianos cruzó el tapón del Darién cada día durante junio de 2024
El guayaquileño de 27 años indica que pagó $ 14.000 a la persona que lo llevó hasta su destino y que en 20 días se vuelve a ir, aunque tiene que volver a pagar el mismo valor.
“En 20 días me vuelvo a ir, estoy endeudado y en este país no hay plata. Vale la pena el riesgo para volver, porque allá uno trabaja y sí hace plata”, expresa el joven mientras sale del aeropuerto José Joaquín de Olmedo, de Guayaquil.
Él cuenta que su travesía empezó en abril cuando tomó un vuelo de Guayaquil a Guatemala y luego en bus atravesó México.
Mariana también llegó deportada este jueves con sus dos hijas, Andrea y Susana, de 12 y 15 años. Ellas son de Cuenca y señalan que estuvieron 18 días detenidas y que finalmente no se les otorgó el asilo y las regresaron al país.
La mujer de 40 años trataba de reunirse con su esposo que viajó hace cuatro años y con su hijo que hace siete meses logró entrar a EE. UU. y reunirse con su progenitor.
Ella dice que no lo volverá a intentar porque es duro, aunque agradece a Dios que no les pasó nada en el viaje.
“Nos daban de comer tortilla, agua y jugo de manzana, así estuvimos 18 días”, señala la madre y explica que con las menores hace casi dos meses tomó un vuelo de Ecuador a Colombia y luego a El Salvador. De ahí atravesó México en bus.
Otra familia que llegó deportada a Guayaquil en el mismo vuelo chárter está conformada por Mauricio, de 27 años, su esposa Paola, de 24, y su pequeño hijo Esteban, de solo 5 años.
Ellos son también oriundos de Cuenca y su travesía fue más peligrosa, pues cruzaron la selva del Darién, en Panamá, caminando, lo que les tomó 41 días.
Mauricio cuenta que gastaron $ 10.000 en llegar hasta Estados Unidos y que se entregaron a Migración para pedir asilo en el sector de Piedras Negras.
“Nos mandaron a Laredo y ahí nos tuvieron diez días, luego nos llevaron a otro centro hace una semana y esta mañana nos dijeron ‘hoy se van’”, explica el joven que trabaja como carpintero en la capital azuaya.
Según datos del Servicio Nacional de Migración de Panamá, un total de 13.405 ecuatorianos completaron el peligroso viaje por la selva del Darién en los primeros seis meses de 2024.
Esto representa una reducción de poco más del 46 % en relación con el primer semestre del año pasado, cuando 25.121 ecuatorianos cruzaron la selva, exponiéndose a extorsiones, violencia sexual, asaltos, secuestros y los peligros naturales de la selva, como las repentinas crecidas de los ríos.
Quienes trabajan en el aeropuerto de Guayaquil señalan que todos los días llegan dos o tres vuelos chárteres con migrantes deportados. Los reconocen porque visten chompas y calentadores de color plomo y llevan en las manos una bolsa plástica con sus pocas pertenencias, como pasaporte, celulares y documentos personales.
“A veces están desorientados, no saben cómo llegar a la terminal terrestre y no tienen dinero para tomar un bus y volver a su ciudad. Hay quienes salen hasta con bebés en brazos, es muy triste verlo”, comentó un funcionario. (I)