Cuando Cecilia Silva era pequeña solía acudir con su padre al ramal del estero Salado. Salía de su vivienda, ubicada en Aguirre y Babahoyo, y caminaba con su pantalón de baño, una boya y chancletas hasta el puente 5 de Junio. En la orilla ponía los pies, y los peces se le acercaban a rondarle.