Jairo llevaba en el hombro una caja con el ventilador que compró para su negocio: un local de venta de bolones en la Bahía de Guayaquil. “Allí sentimos que nos ahogamos de calor. Ya los ventiladores que están en el local no abastecen, no podemos pasar un día más sin tener más ventilación”, comentó el hombre, que pagó $ 44 por un modelo de ventilador silencioso y con mayor capacidad de cobertura de ambientes.