La fila es de 200 personas. Unos están en pijama, otros en uniforme. Algunos llevan su almohada. Hay varios despeinados, rostros de cansancio. Son profesionales ecuatorianos que llegaron al amanecer del sábado 10 de agosto al Centro binacional de atención en frontera (Cebaf) Ecuador-Perú.

Los viajeros aumentan al paso de las horas. El control migratorio dura dos horas, entre la marcación personal y el chequeo de buses privados y cooperativas que los trasladan a Piura. Todos van por un sueño difícil de cumplir en Ecuador, estudiar un posgrado.

TUMBES, Perú. En el Cebaf los ecuatorianos llegan en decenas de buses, tanto de servicio privado como en las cooperativas Semería, Cifa, Civa, entre otras. Foto: José Beltrán/EL UNIVERSO

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Paola Sabando es docente mentor del Ministerio de Educación. Trabaja en Las Orquídeas, norte de Guayaquil. La angustia la invade al partir. Deja a su hija de 7 años encargada con una amiga para estudiar Administración Educativa y en una futura acreditación alcanzar un mejor cargo y sueldo.

Ella recuerda que, pese a convenios con la Red de Maestros, en universidades locales las maestrías costaban por más de $ 6.000. En Piura consiguió el mismo programa en $ 3.500, incluidos los costos de viaje cada quincena.

Como ella, cerca de 2.000 ecuatorianos emprenden el recorrido de 12 horas de viaje cada 15 días. Su masiva llegada ocasionó que el 70% del alumnado de posgrados de la Universidad César Vallejo (sede Piura) sean ecuatorianos.

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Este centro de educación superior alberga a 1.248 ecuatorianos en sus aulas y 700 más se integrarán al periodo de maestrías que se inicia el próximo sábado 7 de septiembre.

Así lo detalla Esmeritas Cherres, directora de Bienestar Estudiantil de esa institución. Ella explica que cuentan con 800 graduados de años anteriores.

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Las maestrías que mayor demanda tienen son: Administración Educativa, Psicología Educativa, Gestión de Servicios de Salud y Gestión Pública.

“Existen más alumnos de Guayaquil, al menos el 80%. El resto proviene de Santo Domingo, Manabí, Quevedo, Babahoyo, Milagro, Machala, Cuenca, Loja, Macará, Galápagos”, menciona Cherres.

Añade que en el 2016 empezaron a recibir alumnos ecuatorianos. Llegaron a una sede en Tumbes que luego fue trasladada a Piura.

Cherres expresa que en Perú el costo de las maestrías va desde $ 2.500, incluido inscripciones, matrículas, pensiones, inglés y titulación.

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El bajo costo se debe el cambio de moneda (1 dólar a 3,3 soles), facilidad de instalaciones, profesores Ph. D. avalados y una subvención para educadores.

“Son precios cómodos desde el 2015. Si el pago es de $ 162 mensual, ellos pagan $ 92 al mes, la Universidad asume el 30% del costo. Es una oportunidad a maestros, sus sueños lo estamos haciendo nosotros”, explica la catedrática.

En la Universidad Nacional de Tumbes (UNT) también se registra a 53 ecuatorianos matriculados en maestrías en el periodo 2019-2020 y unos 100 cursan estudios de este nivel en otras universidades en Piura, informaron docentes peruanos a este Diario.

Los profesionales ecuatorianos confiesan que la decisión es difícil, ya que su sueldo de $ 800 no les alcanza. Sin embargo, se las ingenian para aventurarse a completar sus estudios y competir académicamente.

“Soy madre soltera. He tenido que dejar enferma a mi hija y hasta me he quebrado en recesos de clases, pero aquí estoy”, dice la guayaquileña que lleva una colorida pulsera al igual que su hija como amuleto para mantenerse conectadas pese a la distancia.

Jéssica Minga, docente machaleña y alumna de Administración de Educación, lamenta que tengan que pasar por todo el viaje para estudiar. “En nuestro país no hay subvención, becas ni descuentos disponibles para maestros. Ahora debemos invertir en otro país, dejar divisas acá”, lamenta. 

Testimonios

Amanda Palacios: Pese a la diabetes y dolores, sigo luchando por maestría

Amanda Palacios Jácome, viuda de 58 años, labora como  docente  y reside con sus tres nietos y una hija en  Durán.    Sufre de diabetes. Estudia la maestría en Psicología Educativa en la universidad  César Vallejo de Piura  hace seis meses. Relata: “Yo me inyecto insulina a diario, me da dolor a los huesos ya que a veces toca algunos carros pequeños que uno viene con los pies encogidos, todo incómodo, hay que bajar en la frontera al control migratorio, uno no duerme bien,  pero igual vengo porque ya me fijé una meta y nos damos ánimos  para llegar hasta aquí. Siempre pedimos lo más barato en comida y hotel para que nos alcance, porque llegamos con lo justo a estudiar. Sí, mis hijas me dicen que es mucho el sacrificio; mis nietos se quedan muy tristes porque  no los veo el fin de semana. Pero todo el esfuerzo es para superarnos académicamente, queremos brindar mejor educación (a los alumnos) y que el Ministerio reconozca el esfuerzo con un mejor sueldo”.

Enrique Saa: Empecé como coordinador de buses, ahora soy estudiante

Enrique Saa, guayaquileño de 45 años,  trabaja como coordinador de transporte para los maestrantes en Piura hace dos años. Hace seis meses empezó a estudiar la maestría en Administración Educativa. Dice: “Somos unos 20 coordinadores de buses. Son al menos 25 buses que salen cada 15 días de Guayaquil. Es algo inimaginable ver cómo profesionales, con recursos limitados, salen a buscar poder crecer académicamente ya que en nuestro país es imposible alcanzar este tipo de estudio debido al alto costo.  Hemos cotizado y nos sale a unos $ 8.000, un costo muy elevado para nuestro sueldo. Acá nos sale el costo de la educación $ 2.100 y en viáticos del trayecto hasta acá en Piura nos sale unos $ 1.700 más en toda la maestría. Hay gente que no tiene ni los recursos. Como coordinador me ha tocado a veces  no cobrarles a ciertos compañeros. Llegan con  lo justo. A veces cargan $ 10, solo para comer. La idea de nosotros es tener mejores posibilidades de trabajo”.

Íngrid Bernal: Busco quien cuide a mi padre  ciego para venir a estudiar

Íngrid Patricia Bernal Palacios, de 46 años, trabaja como docente en Las Orquídeas, norte de Guayaquil, y estudia la maestría en Psicología Educativa. Refiere: “Para mí es difícil dejar a mi padre de 86 años porque él tiene un 85% de discapacidad visual, él no puede  ver, y cuando tengo que dejarlo en otro lugar para venir a estudiar, sufre bastante; me dice que no le gusta porque se siente desorientado, se tropieza, se siente mal, pero no me queda otra que venir porque yo trabajo para mantenerlo a él y uno necesita, al menos en el tema educativo, estar innovando. Con lo de la recategorización, ahora necesito superarme. Yo gano $ 700 aproximadamente, sacamos lo justo para venir a estudiar. Con ese sueldo jamás hubiese podido estudiar en el país la carrera que sigo, a pesar de todo el gasto en el viaje nos ahorramos más del 50%. Por eso hacemos el sacrificio de venir incómodos en los buses, trasnochar,  todo para poder superarnos porque el dinero no alcanza”. 

 

Procedencia de ecuatorianos que estudian en Perú