He leído noticias de la disposición presidencial del retiro de imágenes y de los sitios o espacios religiosos en los hospitales públicos del país. Dicen, algunos, que es por seguridad, otros, por cuestión de espacio. Argumentan que mientras el público está de pie en las casas de salud hay grandes áreas destinadas a capillas con bancas y sillas vacías.

La solución para este problema sería la disminución, en algunos casos, de las áreas de funcionamiento de sindicatos, asociaciones, cooperativas y demás entidades de gremios de los empleados, que por lo general pasan vacías y con mal uso; estas personas deberían rentar un espacio fuera del hospital o clínica para ejercer sus libres derechos a las reuniones en defensa de sus derechos gremiales. Pero lo de fondo es lo siguiente, deberían entrar a esos espacios que mal llaman “desperdiciados” y ver las caras de dolor de la gente que está allí, y a la vez la fe que ponen a sus pedidos a Dios por la salud y el mejoramiento de sus familiares, amigos y convalecientes.

He visto a personas entrar a los hospitales y luego de la visita a sus enfermos van a estas capillas y esperan hasta cinco horas la próxima visita a sus pacientes, rezando e implorando a la ayuda celestial por la sanación de sus seres queridos, y en algunos casos se ha dado el milagro. Espero que la medida no pase de ser solo desatinados comentarios y entiendan que en nuestros hospitales, a más de buscar sanar las dolencias del cuerpo, hay mucha gente que busca en unas capillas encontrar la sanación de sus almas.

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Álex Rafael Antón Chávez,
ingeniero, Guayaquil