La Cepal circuló el Panorama Social de América Latina 2011 en que pasa revista a la evolución de la pobreza, la desigualdad y otros aspectos de lo social en la región. América Latina conoció una de las reducciones más significativas en la tasa de pobreza de las últimas décadas; si en 1990 el 48,4% de la población era pobre, para el año 2011 estimó que esta se redujo a 30,1%. Ello se produjo en casi todos los países de la región, con las reducciones más significativas entre el 2009 y el 2010 en Perú, Ecuador, Argentina, Uruguay y Colombia. Uno puede colegir que esas reducciones se dieron sobre todo en los países de América del Sur y que ello no dependió de las opciones de política económica, ortodoxa o heterodoxa, o del mayor o menor aperturismo de esas economías respecto de la economía internacional.
Si analizamos el caso específico de nuestro país, la reducción fue igualmente significativa. Si en el año 2002, es decir, a poco de la gran crisis económica y bancaria, la pobreza ese año afectaba al 49% de la población, es decir, a uno de cada dos ecuatorianos. Para el año 2010 ese porcentaje se había reducido al 37,1% y se prevé una reducción aun mayor para el 2011, en que se espera baje un 3% adicional. Hoy en día uno de cada tres ecuatorianos es pobre. Una reducción esperanzadora, aun cuando lejos todavía de lo deseable.
¿A qué se debe esa reducción? Pues básicamente a una combinación de dos factores: los ingresos laborales por un lado y la política social, especialmente transferencias desde el Estado a la población más vulnerable, por el otro. En el periodo desde el 2002 los primeros son responsables en un 80% de la reducción en pobreza y las transferencias en un 20%. La reducción de pobreza es un resultado de una combinación entre efecto crecimiento económico como resultado de la política económica y efecto distribución, como resultado de la política social. Esta combinación es fundamental para lograr un país más justo y solidario.
Tal como ocurre en buena parte de América Latina, la reducción de pobreza por mejores oportunidades laborales y mejores ingresos predominó hasta el año 2008; sin embargo, desde entonces y como resultado de la crisis internacional, las transferencias tipo Bono de Desarrollo Humano y otros elementos de la política social contribuyen más a reducir pobreza. En el caso ecuatoriano, el efecto crecimiento se debilita desde el 2008 y, por el contrario, aumenta el peso de las transferencias en la reducción de pobreza.
Cabe destacar el enorme esfuerzo que ha hecho el país en los últimos años en política social. Si en los años 2001-2002 la inversión social como proporción del PIB era del 4,3%, el 2011 se proyecta que llegue al 9,3%, más del doble y el gasto social per cápita casi se ha triplicado, pasando de 60 dólares a 169 (deflactados). Todavía nos falta bastante, pues el gasto per cápita está muy por debajo de muchos países de la región, pero vamos en buena dirección. De hecho, cabe preguntarse si el país debería reducir proporcionalmente su gasto no social y favorecer más aún lo social, una inversión significativa en el futuro. Ello requerirá, sin embargo, poner más atención en su calidad, asegurando que cada dólar gastado mejore las capacidades de los individuos y de nosotros como sociedad.