El adagio latino dice “Primum vivere deinde philosophari” –primero vivir, luego filosofar–, que algunos transforman bien en “Primum manducare, deinde philosophari” –primero comer, luego filosofar–. La producción, transformación y comercio de alimentos son actividades indispensables, primarias, para todos, sin embargo de lo cual a nadie se le ocurre decir que no se puede hacer negocio con ellas. Bueno, a nadie en sus cabales, porque existen alucinados que todavía creen posible crear un paraíso en que el Estado dispense gratuitamente casa, comida y capa a todo el mundo. Estamos hablando entre racionales. Nadie propone en la actualidad que las granjas, panaderías y restaurantes sean de libre acceso público, ni sugiere prohibir que empresarios de pasteurizadoras, bananeras y fondas no puedan invertir en otros negocios, porque estarían ejerciendo un dominio peligroso.

La información es un servicio importante para una sociedad, pero sin duda menos que la provisión de alimentos. Y también lo es menos que todas las actividades relacionadas con la salud, a cuyos empresarios (dueños de farmacias, laboratorios, consultorios, clínicas, hospitales) no se les pone cortapisa alguna para sus actividades. Sin embargo, con relación a este servicio menos crítico de la información, ahora surge la peregrina teoría de que “no debe ser un negocio”. ¿Cómo así? ¿Y por qué sí pueden serlo la comida y los medicamentos?

Los medios de comunicación son empresas sujetas a las leyes económicas, como todas. Su éxito depende de la calidad de su producto: la información. Se informa mejor con periodistas motivados, a los que se les permite el desarrollo de sus cualidades en un ambiente sin presiones, pero dentro de ciertas líneas. Parecido a lo que se le pide a un chef, parecido a las condiciones que exigen los creativos de publicidad y otras profesiones en las que la creatividad y la imaginación son las cualidades básicas. Cualquier dueño de empresa hará muy bien en consultar a sus dependientes sobre los gustos de los clientes y les pedirá sugerencias. Si no lo hace, allá él que se lo pierde. No sabe lo que es un empresario moderno. Un periódico sesgado y previsible caminará rápidamente a su decadencia.

Sí, ya les estoy oyendo… dicen que la salud y la alimentación tampoco deberían ser un negocio. Es más, muchos de ellos piensan que nada debería ser un negocio. Entonces que lo digan claramente, ahora. No lo van a decir… ‘caso que son brutos, parecen no más. Su propósito es ir haciéndolo de a poco, asfixiando el espíritu empresarial al que denominan “codicia”. Ajustan el lazo despacio, para que el pato no se espante. Cuando aumentan el impuesto a la salida de divisas, saben perfectamente que eso ahuyentará la inversión extranjera. Es que no la quieren, definitivamente no desean que las “transnacionales” se instalen en el país para “extraernos recursos”. Las únicas empresas foráneas que toleran son las que hacen negocios con el Estado. Ahora van contra las empresas de comunicación, porque es importante asegurarse de que el pato no se ponga a parpar en el desposte. Luego irán por otras, seguro como que el sol saldrá mañana. Que comamos poco… y nada de filosofar.