Pedro X.Valverde Rivera
Largo feriado. Buen descanso. Excelentes números para el sector turístico, por lo que vimos en la prensa. Bien por ellos en un año de pocos feriados. Paralelamente, quienes tuvimos la suerte de transitar por alguna de las carreteras del país, debemos reconocer que hay notorias mejoras y podemos aplaudir la obra vial que se ha hecho.

En estos tiempos de revolución, hay que admitirlo, la obra vial ha sido un punto importante y eso se nota. Es de recalcar que además de vías en buen estado, muchos pueblos y caseríos de los caminos se han beneficiado con la construcción de viviendas dignas y adecentamiento de calles, plazas y parques. Unos como consecuencia de la obra del Gobierno central, otros por iniciativa de sus gobiernos locales, que cada vez más van tomando conciencia de su propia importancia.

El recorrido puede hacerse desde varios puntos, casi todos con iguales comentarios… la obra vial es grande, pero sigue siendo lo que los constructores llamarían obra gris; aquella obra que hace relación a la estructura y bases de una casa o edificio. Ahora lo que nos falta es la obra muerta.

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En el argot popular la obra muerta es aquella que le añade los detalles a la construcción, entiéndase aquellas cosas que no forman parte de la estructura pero que sí hacen habitable un sitio. Según los entendidos, es la obra que no se ve pero la que más se demora. La única que se hace por pinceladas y despacio porque es en la que más se fijan y por la que más reclaman los clientes. Detalles que marcan la diferencia entre un inmueble de lujo y uno de mediana calidad.

Valga la comparación con lo que hemos visitado estos días. La obra gris, las grandes vías, los nuevos puentes, las amplias avenidas; lo grande, lo externo, los fierros, el cemento, lo que se ve… ¡ya está! Ahora falta ponerle el resto, lo que hace de un lugar que sea visitable.

Porque, dígame usted amigo lector, ¿de qué sirve un pueblo hermoso, de fácil acceso, lleno de atractivos, si nadie quiere visitarlo por miedo a la delincuencia y la inseguridad? Aunque suene fatalista, eso pasa en muchas localidades de nuestro Ecuador. La gente no quiere visitarlos por miedo a los asaltos, la inseguridad y la delincuencia. O los visita animados por publicidad y recomendaciones, ¡pero luego del susto decide no volver nunca más!

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El tema se vuelve más grave si se piensa que, además del turista interno, muchos extranjeros son constantemente víctimas de algún tipo de delito, con lo cual ya algunos países han puesto a Ecuador entre sus listas de países no recomendados para visita de sus ciudadanos.

Entonces: sí, un sonoro aplauso para la obra gris del Gobierno y las municipalidades; un gran reconocimiento a la obra física que es innegable. Pero suena lógico y justo que luego de varios años “de revolución”, debamos ver también esa obra muerta que reclama el país: educación para atender al turista como se merece; seguridad en las carreteras, playas y puntos turísticos para brindar tranquilidad; policías bien dotados para atender emergencias; y sobre todo, pero encima de todo, seguridad jurídica que permita que más firmas extranjeras se decidan a invertir y mejorar esa infraestructura que se requiere, para explotar todo el potencial de tantos sitios maravillosos que ofrece nuestro país.

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¡Obra gris sin obra muerta termina siendo casa abandonada!