Leer es un placer que no discrimina credo ni condición social. La lectura es un pasatiempo edificante tanto para la mente como para el alma; a la primera la instruye y entretiene, a la segunda, la sosiega e interioriza en su amplio espectro espiritual con todos los matices sentimentales que se pueden absorber de las páginas de un buen libro.
Lecturas que atrapan son aquellas que desde el primer párrafo enganchan, y como ávido pescador deportivo, uno no suelta hasta verse satisfecho con el desenlace final. Un libro es en verdad, una aventura.
Doy gracias a mi padre el haberme inculcado desde muy pequeño el sano hábito de tomar entre mis manos un material de lectura y entretenerme con este, invirtiendo en este noble pasatiempo, horas que jamás podrán ser calificadas como pérdida de tiempo.
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No se mata el tiempo leyendo, se lo vivifica, avivando las manecillas del reloj al compás de las aventuras impresas que no tienen fin, siempre y cuando haya alguien interesado en la sempiterna tarea de imaginar, desarrollar y plasmar sobre el papel la buena literatura.
Bajo una lámpara, acompañado de un humeante café, junto a la familia, al ser amado, en medio del bullicio imperante citadino; o al ritmo de las relajantes y eternas olas del mar, a la luz de las velas, en una cárcel, o en una banca de un parque; o entristecido hasta las lágrimas, gozoso sin cabida, en la sala de un hospital, o en el banquillo de un aula de clases...; lea un libro. Es la mejor inversión que podrá usted hacer en toda su vida.
Ernesto José Varas von Buchwald,
Salinas