Los niños se pusieron la mochila y están volviendo a clases en la Costa. Una vez más se escuchan las buenas intenciones del Gobierno de transformar la educación. En rigor todo parece coherente, pero basta examinar un poquito los resultados de las pruebas, las intenciones ideologizadas de la reforma al currículo o la falta de proligidad de las autoridades (¿Ecuador país libre de analfabetismo?), para constatar que la transformación de la educación sigue atrasada.

Veamos algunos números para dimensionar la magnitud del problema. Durante el 2008 se aplicó y publicó la famosa prueba SER que busca medir el desempeño de los alumnos. A la provincia del Guayas no le fue bien, porque obtuvo 491 puntos (si lo comparamos con Pichincha que obtuvo 533 puntos, o Tungurahua con 526 puntos en promedio). A medida que el nivel de estudios avanza (más años en el colegio), la distancia entre Guayas y Pichincha (las provincias con mayor población estudiantil) se estrecha. Son justamente en los años iniciales cuando el aprendizaje debe asegurarse con calidad, y en donde Guayas muestra los mayores atrasos. Al revisar las “pruebas tipo” que publica el Ministerio, se puede deducir que, en el caso de lenguaje y comunicación, los niños y niñas al final de básico no comprenden ni relacionan lo que leen.

En este año escolar nos toparemos con la denominada “actualización y fortalecimiento curricular de la educación básica 2010”. Esta responde a varios problemas que el Ministerio identificó y busca articular y conectar los distintos niveles para dar continuidad a ciertos conocimientos (tradicionalmente cada nivel se asumía por separado y no como un todo), también busca identificar claramente cuáles son los aprendizajes mínimos que cada alumno necesita desarrollar en los distintos niveles y áreas (aprendizajes menos centrados en el contenido y más en las habilidades), asegurar las evaluaciones, entre otros aspectos. El principal desafío es la dificultad de contar con un cuerpo docente capacitado y decidido a llevar estas transformaciones, porque si estas reformas no llegan al aula y se traducen en mejores clases y aprendizajes, pues de nada sirven.

Si entendemos al sistema educativo como un todo, probablemente usted esté de acuerdo con que si un eje transversal es “la formación ciudadana y para la democracia”, existe una incoherencia estructural entre lo que el Ministerio intenta al interior del aula y lo que el Gobierno en general promueve como practica social. Basta ver algunas de las planificaciones de aula tipo (actividades sugeridas para el profesor) que publica el Ministerio en su documento de reforma curricular, para toparnos con diagnósticos ideologizados como “impacto negativo de los medios de comunicación” al momento de contextualizar una actividad en ciencias sociales. En la definición del eje transversal al que me refiero, se postula la siguiente definición de objetivos a lograr: “El desarrollo de valores humanos universales; la identidad ecuatoriana; los deberes y derechos de todo ciudadano; la convivencia dentro de una sociedad intercultural y plurinacional; el respeto a los símbolos patrios, a las ideas de los demás y a las decisiones de la mayoría; la significación de vivir en paz por un proyecto común”. Durante toda la etapa escolar será transversal este eje en distintas formas y profundizaciones, pero para ser consecuente con una política educativa se requiere también de gobernantes y líderes cuya practica sea un reflejo de estos ejes, de lo contrario el divorcio educación-sociedad se agudizará más y más.