No es así. La corrupción cada día se perfecciona para ocultar su carácter perverso, pero sigue siendo corrupción.
Se perjudica al Estado, por ejemplo, si no hay transparencia, si se reparten contratos a dedo, si se excluye como proveedores a unos ciudadanos y empresas, aun sin que se le haya robado al fisco.
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Es un perjuicio porque se merma el bienestar general. Después de todo el Estado es nuestro, de los ciudadanos.
Así pues, la corrupción material es apenas una de las manifestaciones de un cáncer mucho más extendido, el de la corrupción moral, que desprestigia a un país y le hace perder sus esperanzas y su norte.