Alfonso Reece D.
Así me dijo Eloísa, mi hija quinceañera, al leer algunos de mis artículos últimos. Las cartas de algunos cordiales lectores no usan esa terminología, pero parece que quieren decir lo mismo. ¿Qué es ser emo? Voy a dar algunas notas para su definición, a sabiendas de que no a todos les convencerá, porque toda la información sobre el tema es contradictoria. La palabra “emo” es un apócope de emotional, una variante de la música hardcore y punk que ha mutado para hacerse más sentimental, triste, depresiva incluso y hasta con tendencias suicidas. De allí pasó a denominar una subcultura pop, una “tribu” como ahora se estila decir.

Muchos  emos  se cortan las muñecas, pero en el 99% de los casos no es un verdadero intento de suicidio, sino una marca que demuestra su adhesión a la tendencia. Otra señal de reconocimiento es un cerquillo, que les cubre los ojos. Claro, el negro es su color de ropa preferido. Muchas de las tendencias juveniles del siglo pasado se basaban en algo como el “vive ahora”, los emos lo llevan a sus últimas consecuencias, añadiendo “porque el futuro es un asco”.

Me imagino que mi lema “vive y deja morir” (original de Ian Fleming) les gustaría. Mi guardarropa es predominantemente negro. Andino, al fin y al cabo, soy sentimentaloide, melancólico y hasta tengo cicatrices en una muñeca, pero no por cortarme las venas, sino por meter la mano en un vidrio. Si añadimos esos artículos lúgubres… Eloísa puede tener razón.

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Esto ha de tomarse cum grano salis, con ironía. Pero amanecer este viernes en el Ecuador me provocó no solo tajarme el antebrazo, sino abrirme la barriga en seppuku perfecto. La nómina de los candidatos a la Presidencia demuestra que no hemos dado un solo paso adelante. El reconocer virtudes en Martha Roldós y Luis Fernando Torres acentúa la desazón, porque sus posibilidades políticas son nulas. ¿Adónde se fueron los líderes? Unos a sus actividades personales, otros piensan guardarse para una mejor oportunidad, aquellos quieren explicar lo inexplicable, muchos no se molestan en ocultar su vileza… Ha faltado entereza, ganas, lealtad a las ideas, ¡amor a la libertad!

Para enfrentar al caudillo aparecen re-conocidos dirigentes cuyo paso por la política es ejemplo de lo que se quiere y se debe superar, más los tradicionales chimbadores entusiastas. Dentro de unos meses el caudillo dirá que dio “una paliza a toda la oposición” y en ese saco meterá a los banqueros, a los pelucones, a las bestias salvajes, a los rotweilers, a los astrólogos, a las  pobres mujeres,  a los taurinos, a los fumoncitos, a los de la Católica, a los OCP y a todos aquellos a los que resulte electoralmente rentable insultar.

Escenario triste y peligroso, sí, quisiera ocultarme detrás de un cerquillo, pura depresión. El futuro es un asco… Pero aparece Eloísa para sacarme del bache: “¡No seas tan emo, papá!”. Cierto, hay esperanza de sobrevivir al huracán de entontecimiento que barre el país y tal vez un día sea la República.