Los incas impusieron su lengua: el quechua, que entre otras cosas fue utilizado como instrumento de su imperio. Pero también este idioma fue utilizado más adelante como elemento aglutinador y de resistencia ante la conquista española. Transcurridos 500 años de las conquistas incaica y española, podemos concluir que quichua y español comparten características comunes respecto de los ecuatorianos: han sido instrumentos de conquista, aglutinadores y de difusión cultural.

El lenguaje que hablan mis padres, y hablaron mis tatarabuelos, es el español; por tanto es mi lenguaje ancestral y es el que he transmitido a mis hijos, y que espero cuiden mis descendientes y, en caso de eventuales migraciones, quieran con respeto. Seguramente también existen en este país muchas personas cuyos antepasados hablaron el quichua, o alguna lengua diferente del español y por lo tanto tienen el justo derecho y hasta el deber de transmitir su idioma a sus hijos y demás descendientes, como forma de preservar su cultura.

El Estado ecuatoriano como ente protector de la cultura de sus habitantes, tiene la obligación de asegurar que todos los ecuatorianos tengamos el acceso al uso y difusión del lenguaje de nuestros ancestros, como parte de nuestra identidad cultural. Pero también debe definir y limitar el grado de consanguinidad de aquellos antepasados, cuyo lenguaje ayudará a transmitir, porque de otra forma, pudiéramos caer en suponer que se debe enseñar ya sea el lenguaje de los huancavilcas, cañaris, puruhaes, panzaleos, u otras lenguas que lamentablemente no han sido preservadas por los caminos en los que nos conduce la historia.

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Armando Carrión,
Guayaquil