Cierto es que para apoyar esas actividades juveniles no bastaría con un edificio adecuado para la música rock. Los chicos de las llamadas agrupaciones de “ultratumba” no solo escuchan música; además, están influidos por conceptos de muerte. Por eso necesitan orientación, consejo profesional y ver de cerca otros valores en la vida. La experiencia del trabajo con pandillas en Guayaquil podría servir de ejemplo. Pero la sociedad ganaría mucho más así que auspiciando congresos terroristas.