La cabra tiene también fama de ser desquiciada. Se usa comúnmente la expresión “loco como una cabra”. Evidentemente el aumentativo que termina en «ón» se refiere a un hombre complaciente que acepta el adulterio de su cónyuge, pero deberíamos considerar como insulto la palabra ‘anfitrión’ porque Júpiter disfrutó de los favores sexuales de Alcmena, esposa de aquel pobre hombre tan dispuesto a brindar semejante hospitalidad. En España, el término ‘cabrón’ se usa frecuentemente con toques de cariño; lo he oído más de una vez en boca de Alberto Cortez o de Joan Manuel Serrat (quien siempre me acusa de beber las mejores botellas en casa de Alberto cuando él no está presente).
La palabra ‘chepa’ se refiere a una joroba, una giba. Sin ninguna malicia se llama Chepita a las mujeres que se llaman Josefa. Llegó a Ecuador la telenovela Chucho el roto, lo que no escandalizó a nadie. Me cabrea la hipocresía de quienes no se inmutan por lo que pasa en Iraq, en Palestina, en cualquier esquina de la ciudad, no pestañean frente a la peor miseria, se sienten ofendidos por inocentes palabras. No se atreverían a hablar en Brasil de busetas, las que sirven allá para los transportes amorosos. Tampoco dirían ‘¡cogedlo!’ en Argentina o cuy (couilles) en Francia. Acaban de poner a un carro japonés el insólito nombre de «Laputa». No creo que se venda mucho en los países hispánicos. Así se llama también un castillo de fantasía. Por si acaso pueden consultar Google o Yahoo!.
Si todavía se sienten presos de indignación frente a tamaña inocencia, intenten recordar cuáles fueron las palabras que buscaron en su primer diccionario, luego taparon con la mano su risa silenciosa de ingenuas criaturas. Por eso, el peor insulto puede ser una palabra que el ofendido no entiende, por ejemplo, himenóptero, bucéfalo, antropopiteco.
Tanta tela hay que cortar cuando se habla de las “malas” palabras. A veces me divierto traduciendo en registro cultural sofisticado las frases más vulgares, inquiriendo por ejemplo “¿En qué condición se halla el órgano reproductor de su señora progenitora?”, expresión que me niego a restituir en su versión original, la que muchos lectores míos usan si se dan un martillazo en el dedo, si el salero está tapado, si Kaviedes falla un gol. Pero hace que se desmayen las personas de criterio deformado, los infames fariseos a los que tanto vilipendiaba Jesús.