¿Vergüenza ajena? Así suelo decir cuando converso con amigos acerca de lo que de mí emerge cuando me entero de algo que, por ocurrir en este país, me provoca un sentimiento muy parecido a la vergüenza, y que luego es tristeza; como en los casos que la prensa informa de: congresistas peleándose por la mayoría; las cortes; Fybeca; la deuda interna y el pago de la deuda externa; la televisión nacional; los policías metropolitanos golpeando a viejos y encarcelando a niños...

Lo pienso bien, y no es ajena, es mía; deberíamos sentirla todos. ¿No fuimos todos quienes votamos y elegimos? Votamos mal y debe darnos vergüenza por reincidir en nuestro error. Nosotros (la sociedad) tenemos que reclamar a aquellos que nos representan, y debe darnos vergüenza no hacerlo.

A los diputados no les interesa nada que no sea trinca. ¿Han escuchado que debatan algún plan de desarrollo para el país, sobre leyes que hagan más equitativa la distribución de la riqueza; el Tratado de Libre Comercio; Mercosur; o cómo mejorar la educación o la salud o algo que realmente necesitemos? Hay tantas razones para sentir vergüenza.

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La politiquería corrupta e interesada, el servilismo al poder económico nos ha costado el pasado, nos está costando el presente, y en el futuro va a ser un peso mayor que la deuda externa; y nosotros, los que no hacemos nada, somos los culpables. La vergüenza hay que convertirla en denuncia y acción; y la ignorancia, en luz para encontrar un camino.

Fabrizzio Tapia Zavala
Guayaquil