Gran parte del siglo XX hubo aquí medicinas y locales que se arraigaron en la memoria popular.
En la mente de incontables guayaquileños nacidos durante las primeras décadas y hasta casi la mitad de la centuria anterior, continúan imborrables los nombres de muchísimos galenos que ejercieron su profesión con mística y como apostolado. Asimismo, siguen inolvidables las denominaciones de los clásicos remedios o medicinas que los abuelos, padres e incluso los más jóvenes del hogar iban presurosos a comprar en la botica del barrio o en la de mayor popularidad de la ciudad, para ayudar a la pronta recuperación de un miembro de la familia aquejado por algún malestar pasajero o cierta enfermedad crónica.
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Los tradicionales purgantes, jarabes, gárgaras, gotas, pastillas, píldoras, obleas, parches, ungüentos, jabones, linimentos y demás preparaciones realizadas por los boticarios y químicos que atendían sus propios establecimientos o que los recibían de laboratorios nacionales y extranjeros, mantuvieron su hegemonía por décadas y varios cruzaron las barreras del nuevo siglo porque la comunidad siempre los buscó y aprendió a utilizarlos.
Algunos nombres
De la extensa lista de productos resulta imposible olvidar entonces la demanda que tuvieron en las décadas del 20 y 30 el elixir Quinoide, para fiebres palúdicas, malaria, terciaria y perniciosa; el jarabe de eucalipto y mentol compuesto T. F., para la tisis, tos ferina y bronconeumonía; las pastillas del Dr. Becker para afecciones de riñones y vejiga; las píldoras indianas vegetales del Wright, para el estómago; y el Mitigal, para la sarna de la piel.
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Igualmente se recuerdan las píldoras de vida del Dr. Ross, para estómago, hígado e intestinos; las de Foster, para los riñones, y el vermífugo del Dr. Peery, para las lombrices. De manera similar, tuvieron popularidad las pastillas de eucalipto y brea y de Cafiaspirina, los tónicos Vigoroso y Muscular, el jarabe de rábano yodado, la emulsión de Scott, las obleas OK Gómez Plata, el jarabe Gaduol Compuesto para la tos, el Linimento Eléctrico, las pastillas Benzoparegóricas, la sal de fruta Eno, el talco Catumbí, el mentol Chino, etcétera.
Incontables locales
Ensayar un inventario de los productos farmacéuticos, fórmulas y medicamentos en general resulta imposible. Lo mismo ocurre con los laboratorios, boticas y farmacias que solo permiten citar unos pocos para avivar recuerdos sobre el tema. A los locales que fueron familiares por estar en la barriada, hay que incorporar otros que gracias a sus servicios alcanzaron prestigio y confianza hasta ser parte de la tradición de la urbe.
Allí entonces, según avisos en EL UNIVERSO de 1928 constan la Internacional (Dr. A. Bjarner & Cía.) vecina al Teatro Edén, en Nueve de Octubre y Chimborazo; Austral, en Brasil y Chile, con su dueño Dr. Rómulo Crespo y farmacéutico Dr. Emiliano Crespo; Flores Ontaneda, localizada en Aguirre y Chile, y Berthelot, en Nueve de Octubre y Chanduy (Fco. García Avilés). En 1936, la Botica del Comercio, una de las más antiguas y acreditadas que estaba ubicada en Luque entre Pedro Carbo y Pichincha; Del Pueblo, en Diez de Agosto y Chanduy (Francisco García Avilés); Maulme, en Vélez y Pedro Carbo; Del Pacífico, en Fco. de Paula Ycaza y Pedro Carbo; y La Merced, en Pedro Carbo y Junín.
En cambio, en 1947 la Botica Municipal, en Pichincha y Diez de Agosto, y la Modelo, en Antepara y Vélez; en 1950 están El Droguista, en Eloy Alfaro frente a San Alejo) e Inglesa, en Aguirre entre Escobedo y Boyacá. En 1954 anunciaban en este matutino la Imperial, en Chimborazo y Huancavilca; La Salud, en Pedro Carbo y Colón; Española, en Nueve de Octubre entre Rumichaca y García Avilés; H G (Holger Glaesel), en Pedro Carbo y Aguirre.
Durante 1954 anunciaron sus productos y sus turnos de la semana las boticas: Hermógenes Barcia, en Alcedo y Lorenzo de Garaicoa; Barcelona, en Chile y Portete; La Salud, en Colón y Pedro Carbo; y Del Universo, en Aguirre y García Avilés. En 1979, la Banting, en Lorenzo de Garaicoa y Febres Cordero; Lux, en Hurtado y Machala; Rex, de Nueve de Octubre y Machala; Virginia, que atendía en Chile y Venezuela; y Malta, con numerosa clientela en Rocafuerte y Tomás Martínez, entre otras.
Sirvan estas líneas para ponernos en alas del recuerdo y acercarnos a otros de los rangos identificados con las tradiciones, el folclore y la identidad guayaquileña, mientras añadimos a la lista de medicinas y remedios caseros la pomada guayacolada, el jarabe de rábano yodado, el ungüento del soldado, la manteca de cacao, los jarabes y purgantes que se preparaban ajustados a las fórmulas que mandaban los propios médicos, y por supuesto las boticas que las vendieron como La Fe, en la Plaza de San Francisco, hasta llegar a las que se mencionan con frecuencia en la actualidad.