Quizás no hay una descripción tan gráfica como la que dio el diario El Mundo de España, al calificar a Perú “como una trituradora de presidentes”. La realidad es que si bien se conocía hace algún tiempo que la estabilidad presidencial de Pedro Castillo pendía de un hilo, pocos esperaban tan repentino y caricaturesco desenlace. Con seis presidentes en tan solo cuatro años, los análisis se han multiplicado tratando de interpretar las razones por las cuales el vecino país ha convertido a sus mandatarios en actores de una novela interminable de frustraciones. En el caso de Castillo, su jugada política fue considerada como una real novatada, a tal punto de que quiso evitar un juicio político destituyendo previamente al Congreso sin tener el respaldo de las Fuerzas Armadas ni de sus propios colaboradores.

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Quienes conocen la realidad del manejo político en Perú están convencidos de que, más allá de los actos puntuales de corrupción en los que podrían estar inmersos los gobernantes, los cambios tan frecuentes y la inestabilidad se explican principalmente “por la fragmentación política y por el desempeño institucional del país”, que permite que tanto el Congreso como el presidente puedan anular las facultades del otro poder; al respecto, la BBC señala que la destitución de Castillo resalta “el difícil equilibrio y el pulso permanente al que avoca a estas dos instituciones, el diseño institucional actual de Perú”. En otras palabras, se argumenta que la actual Constitución del Perú a nombre de un supuesto equilibrio entre las funciones, lo que ha hecho es abonar a la inestabilidad, en parte también debido a la fragmentación de los grupos partidistas, opinión que posiblemente explica la verdadera causa del desequilibrio político existente en el Perú.

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Naturalmente, hay hechos y datos peculiares que podrían sugerir que el problema es más complejo; así por ejemplo es importante anotar que de los diez presidentes que ha tenido Perú desde el fin del régimen militar en 1980, solo Fernando Belaúnde (1980-1985) y Valentín Paniagua (2000-2001) salieron indemnes, mientras que el resto de presidentes se vieron envueltos en varios problemas y escándalos que incluyeron delitos e inclusive el trágico desenlace que tuvo Alan García al haberse suicidado. En todo caso, es innegable que Perú se ve abocado a una necesidad urgente, como es de identificar las causas profundas de la inestabilidad presidencial, pues ciertamente podría ser que el problema básico está relacionado en realidad con la calidad de gobernantes que han elegido como presidentes.

Es posible que ese sea el verdadero problema no solo de Perú, sino también de los países de la región. Se han estudiado tanto los diseños constitucionales que parecería que estamos convencidos de que los problemas estructurales deben ser solucionados vía constitucional cuando la realidad es otra. Es posible que, de alguna manera, una constitución mal concebida traiga problemas de armonía política, pero creo que al final de cuentas hay una dificultad severa en nuestros pueblos al momento de escoger a los gobernantes correctos. Perú es un claro ejemplo. (O)