La situación en Latinoamérica tiene una temática un tanto constante, casi ningún país se salva de denuncias de corrupción, presidentes encarcelados o huidos, escándalos políticos, entre otros episodios.

Viendo el panorama general, obviamente es inevitable sentir algo de angustia, y al mismo tiempo algo de alivio. Una sensación agridulce podríamos decir. Aclaro que no quisiera por nada aplicar el dicho: “mal de muchos, consuelo de tontos”. No es mi intención sentirnos aliviados mencionando el dolor ajeno. Digo esto, pues pudiera ser lo que –a priori– se interprete de mis palabras.

Recuperemos las calles

Por el contrario, mi reflexión de hoy es para poner de relieve que los ecuatorianos somos bastante duros al juzgar a nuestro país, creemos que el césped siempre es más verde en el patio del vecino. Viendo el mapa regional, es fácil notar que no es así.

América Latina sufre por una serie de factores, pero, sin lugar a dudas, el factor más determinante de todos sigue siendo la educación. Estoy convencido de que nuestra historia sería muy distinta si logramos cambiar ese factor transversal.

Sin reparar en eso, de la noche a la mañana y sin hacer ninguna tarea, queremos que nuestros políticos y dirigentes tengan una mentalidad con ideas sacadas de una cápsula del tiempo. Que sean los salvadores de la patria. Distintos, probos, capaces e ideales. Pero insisto, sin educación es imposible obtener este resultado.

Candidatos, partidos y decisiones

Pongámonos a pensar por un momento, de dónde salen estos ciudadanos que nos dirigen. Ninguno de ellos nació ni creció en Marte. No fueron encerrados para preservar su estado de pureza o inocencia, como el caso del Capitán América, célebre personaje de cómics que durmió 50 años y se levantó ajeno a su nueva realidad.

Por el contrario, todos nuestros representantes salen de nuestras familias, de nuestras calles, estudiaron en colegios locales con la calidad de educación de la cual ya hemos hablado antes (tal vez alguno con suerte estudió en el extranjero y luego regresó a lo mismo); vieron los mismos programas de televisión que usted y yo; algunos incluso más que otros, comieron en los huecos de la esquina, fueron a los estadios locales y usaron el transporte público en sus ciudades.

Mientras no seamos capaces de formar ciudadanos con (...) amor por su patria, será muy difícil que veamos soluciones integrales...

En resumen, ellos crecieron en nuestras calles, respirando su aire, absorbiendo lo bueno y lo malo que nuestra patria entrega.

Entonces, ¿por qué serían distintos a la sociedad que los engendró?, ¿por qué pedimos estándares de alta moralidad y exigimos capacidades que los demás no somos capaces de exhibir allí donde estamos?

Mi reflexión de hoy, mis queridos lectores, es sobre todo un intento de hacer todos un mea culpa que nos haga modificar esos malos hábitos que generan malos ciudadanos. ¿Cómo? Pues eso pudiera ser motivo de otra entrega, pero por hoy, simplemente dejar este mensaje de aceptación de nuestra realidad ecuatoriana y por qué no decirlo, regional.

Mientras no seamos capaces de formar ciudadanos con valores, principios y sobre todo amor por su patria, será muy difícil que veamos soluciones integrales que nos lleven al progreso que tanto soñamos. (O)