Según varios analistas, esta ha sido una campaña presidencial anodina, aburrida, incapaz de generar el entusiasmo característico de una carrera presidencial. Hay distintos factores que pueden haber contribuido para aquello, mencionando el uso cada vez notorio de las redes sociales como un elemento decisorio que trastoca el espíritu tradicional de las campañas políticas, convirtiéndolas en ciertos casos en desfiles de apariencias y simulaciones.

No hay duda de que las redes sociales han traído consigo cambios profundos en las formas como se planean las campañas electorales, trasladando la esencia de la propaganda política al escenario digital; anteriormente, era muy común que los candidatos hagan enormes esfuerzos con el fin de que su campaña presencial llegue virtualmente a todos los cantones del país, tratando de forjar una conexión efectiva con los electores, recordando también los mítines políticos en los cuales los candidatos con dotes de oratoria aprovechaban para conquistar al ciudadano con su labia y elocuencia. Esos escenarios han cambiado, dándose el fenómeno del “salto de la plaza a las redes sociales”, en las cuales la gente común tiene la percepción de que son más participativas e incluyentes; citando el caso de Twitter, se menciona que el hecho de involucrarse en discusiones, en comentarios “genera la ilusión de que las personas pueden afectar el destino colectivo y que sus opiniones, son importantes”, lo que naturalmente no deja de ser una simple percepción.

No hay duda, por lo tanto, de que las redes sociales constituyen en los tiempos actuales la vía más directa al momento de hacer propaganda política, pues llegan a millones de usuarios sin mayor inversión económica, siendo todo un desafío para los estrategas de comunicación política el diseñar un producto que sea consistente y atractivo en los medios digitales; a diferencia de las campañas de antaño, ahora la estrategia electoral busca la conexión con el electorado a través de contenidos digitales, con un dato relevante: “la información no es valiosa en el sentido de que sea veraz, sino que tiene que ser divertida y esto conlleva a una crisis del discurso en medio de la contienda electoral”.

En ese contexto, lo que se trata de recrear es un producto de fácil consumo para las redes sociales, que rompe con las formas tradicionales de la propaganda política. “Las campañas se han convertido en un show, la incursión en redes sociales con lenguaje sencillo, sin mucho fundamento, con videos chistosos, candidatos bailando, todo como espejo de una sociedad en la que la gente común se pueda ver reflejada”.

Hay que aclarar que el fenómeno de las redes sociales como propaganda política está dándose en la mayoría de países, por lo que la idea de que la gente “se queda en el comentario del chiste flojo, de la canción, del baile, de la frase polémica” es una práctica generalizada en estos nuevos tiempos de hacer política. En todo caso resulta claro que para conocer a un candidato determinado, la mejor vía es ubicarlo en TikTok y apreciar qué cosa graciosa hace y dice. En otras palabras, ¿sin TikTok no hay Presidencia? (O)